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Presentamos nuestra traducción del interesante análisis que el periodista alemán Peter Seewald, tan cercado al Papa Ratzinger – con el cual ha escrito tres libros-entrevista -, ofrece en este diálogo con un periódico italiano sobre la relación entre el nuevo pontificado del Papa Francisco y el del Papa emérito Benedicto XVI, ambos considerados por él “Papas reformadores”.
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Hay una línea precisa que une dos a Papas “reformadores”. Peter Seewald no tiene dudas. El escritor y periodista, biógrafo de Joseph Ratzinger, ha estado dividido, en las últimas semanas, entre la tristeza por el adiós del pontífice alemán y “la gratitud por todo lo que él ha hecho”.
Hoy, después de la elección de su sucesor, mira al futuro con la esperanza del hombre de fe. Jorge Mario Bergoglio seguirá aquel camino de renovación indicado por quien lo ha precedido. “Benedicto XVI ha purificado la nave de la Iglesia e instruido la tripulación. Francisco pondrá en movimiento los motores para hacerla proceder en el mar de nuestro tiempo”, explica el autor de “Luz del mundo” en esta entrevista al Corriere della Sera.
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¿Cómo juzga la elección hecha por el Cónclave?
Esta elección ha sido una sorpresa – y también no. Comienza algo nuevo. Para la Iglesia, pero también para el mundo. Con este pastor de alta espiritualidad se abre una nueva era. La decisión del colegio cardenalicio es la indicación más grande de un cambio de época.
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¿Cuáles han sido las razones de la convergencia sobre el nombre de Bergoglio?
Desde su primer gesto, la oración por Benedicto XVI, el nuevo Papa ha demostrado querer colocarse en el surco de su predecesor. También la elección del nombre lo confirma. Después de Benedicto, viene Francisco. Ambos son grandes, verdaderos reformadores de la Iglesia, cada uno en su época, cada uno a su modo. Una verdadera reforma no se mide, de hecho, sobre criterios terrenos, como sostienen hoy muchos medios de comunicación, sino que viene de la fe de la Iglesia misma.
Joseph Ratzinger es, por otro lado, un gran admirador de San Francisco, que estaba radicalmente opuesto al espíritu de su tiempo. Como cardenal me dijo en el 2000, durante nuestras conversaciones en Montecassino para el libro “Dios y el mundo”, que Francisco de Asís, en una gran crisis, había hecho algo decisivo: permanecer del lado de la Iglesia. El nombre de Francisco es ya un programa. La Iglesia, decía Ratzinger sobre aquel gran santo, tenía necesidad de una renovación carismática interna, de una nueva llama de Fe y no sólo del conocimiento de la administración y del orden político. Y esto vale también para hoy.
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¿Ha sido una derrota para los cardenales italianos?
No se trata de la victoria, o de la derrota, o de la prevalencia de un grupo particular. Era necesario encontrar a la mejor persona para el trabajo más difícil del mundo, se debía elegir al sucesor del apóstol Pedro. La elección de Bergoglio, que es de origen italiano, ha sido inteligente y sabia. Yo veo en él también una referencia a la patria de sus padres, la maravillosa Italia, al orgulloso catolicismo de este país, a la magnífica ciudad de Roma, sin la cual no sería el Vaticano la patria de todos los católicos del mundo.
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¿No existen diferencias entre Bergoglio y Ratzinger?
Ya la primera y muy sobria aparición del Papa Francisco ha dejado claro a todos que él quiere proseguir la obra de su predecesor, con su estilo y su carisma personal, pero con toda aquella humildad y sencillez que hemos aprendido a conocer de Benedicto XVI. Ahora es posible apreciar todavía mejor el gesto histórico de la renuncia.
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¿Cuáles serán las prioridades del nuevo Pontífice?
El Papa Benedicto ha preparado el terreno y abierto el camino. Francisco lo continuará, dando prioridad a la nueva evangelización, a la revelación del mensaje de amor y hermandad. Se podría decir, tal vez, que Juan Pablo II ha mantenido y estabilizado la nave de la Iglesia en medio de la tempestad. Benedicto XVI ha purificado esta nave, ha instruido la tripulación y la ha llevado sobre la ruta. Francisco pondrá en movimiento los motores para hacer proceder la nave en el mar de nuestro tiempo. No será fácil.
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¿Ha hablado recientemente con Benedicto XVI? ¿Dará todavía su contribución para delinear el futuro de la Iglesia?
Benedicto XVI se ha imaginado a sí mismo como el fin de lo antiguo y el comienzo de lo nuevo. Por así decir, ha construido un puente. No será un pensionado que se dedica al jardín. “Yo no desciendo de la cruz”, han sido sus palabras. Con la fe, la meditación y la oración nos ofrecerá un ejemplo de lo que tanta falta le hace hoy a la Iglesia y a todos nosotros. Y si bien ahora permanecerá en silencio, no olvidemos que a veces el silencio puede ser muy ruidoso.
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¿Todo esto será también de ayuda para el nuevo Papa?
He quedado muy impresionado por el hecho de que, desde el comienzo de su papado, en la logia de la Basílica de San Pedro, Francisco ha recogido tan directamente aquellas señales. La oración, el silencio profundo. No sabemos qué ocurrirá, pero es claro que es necesario crecer en la conciencia de vivir no sólo en la época después de Cristo, sino también una época antes de Cristo, como ha revelado el Evangelio. Yo veo este pasaje del Evangelio como un prólogo para el nuevo pontificado: “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo”.
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Fuente: Il blog degli amici di Papa Benedetto XVI – Joseph Ratzinger
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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1 Comentarios:
mmmm...cuata energía negativa por acá! La Iglesia es de Cristo, o se olviden de eso. Nada ni nadia la va a hundir! Sean más positivos!
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