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Una criadita, colocada en casa de la familia Cinier, que vivía delante de la iglesia, iba a empezar la confesión. Tenía ya en los labios una acusación grave, pero se calló y la dejó para después. “¿Y aquello?, le dijo el Santo Cura de Ars- y precisó lo que quería ocultar-, no lo dices, y lo has cometido.” Estupefacta ante tal ante tal revelación, la penitente pensó: ¿Y cómo lo sabe? Y el Santo, respondiendo a esta idea, que otra parte de la muchacha no manifestó, le dijo: “Tu ángel de la guarda me lo ha contado”.
(De la vida de San Juan María Vianney)
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Cantemos hoy a los ángeles,
Custodios nuestros hermanos,
Que velan por los humanos
Y van de su bien en pos.
Ven siempre la faz del Padre,
Él los ampara benigno,
Y luchan contra el maligno
En las batallas de Dios.
¡Oh espíritus inmortales!
Tenéis por reina a María,
Sois su vital letanía,
Su enamorada legión.
Por vuestro medio nos llegan
Dones y gracias del cielo,
La fe, la luz, el consuelo,
La paz y la inspiración.
Terribles como un ejército
Bien ordenado en batalla,
Vuestra asistencia no falla
Contra la insidia infernal.
Silentes guardas y amigos,
De nuestra noche luceros,
Seréis nuestros compañeros
En la Patria Celestial.
La gloria a Dios que ha creado
Ejército tan prolijo:
Que adore sumiso al Hijo,
Su rey y su plenitud,
Y que al Espíritu Santo,
Terrenos y celestiales,
Le rindan universales
Tributos de gratitud.
Amén.
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1 Comentarios:
Me encantò la anècdota. Gran santo el cura de Ars!
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