domingo, 1 de agosto de 2010

Los desafíos de la Pontificia Academia para la Vida en la era “post-Fisichella”

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Pontificia Academia Pro Vita

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Hace algunas semanas, al nombrar al Arzobispo Fisichella al frente del dicasterio para la nueva evangelización, el Papa Benedicto XVI tuvo que elegir un nuevo Presidente para la Pontificia Academia para la Vida. Y la elección del Santo Padre recayó sobre Mons. Ignacio Carrasco de Paula, hasta entonces canciller de la misma Academia. Ofrecemos ahora nuestra traducción de una entrevista que Mons. Carrasco ha concedido a L’Osservarore Romano y en la cual explica los actuales trabajos de este organismo, instituido por Juan Pablo II en 1994.

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Usted representa la historia de la Pontificia Academia para la Vida, habiendo sido uno de los pioneros.


Efectivamente, el cardenal Angelini me llamo a formar parte de ella el 11 de febrero de 1994, cuando fue instituida por Juan Pablo II. Ciertamente, entonces no habría imaginado que un día llegaría a guiarla. He visto los primeros pasos de la Academia, bajo la atenta mirada del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios. Había sido confiada al profesor Jean Louis Marie Lejeune, pero no llegó a asumir el cargo; murió el 3 de abril del mismo año. Era un hombre extraordinario. No sólo un gran científico; era sobre todo un cristiano coherente con su fe y un gran servidor de la Iglesia. Sigo con atención el camino de la causa de beatificación. Han pasado veintiséis años de aquellos días y ahora para mí se abre un nuevo ciclo, aún si por algunos aspectos parece ser la conclusión de una parábola.

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¿Cuál ha sido el camino de estos años?


Se han sucedido diversos presidentes, yo soy el quinto: después de Lejeune, ha estado el chileno Juan de Dios Vial Correa, monseñor Elio Sgreccia y luego mi predecesor inmediato, el arzobispo Rino Fisichella. Puede decirse que el camino realizado hasta hoy ha calcado el crecimiento de una persona humana. Se ha tratado, más que nada, de una maduración interna. A medida que el tiempo ha pasado, nuestra misión, nuestro modo de obrar, se ha afinado.

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¿En qué sentido?


Al comienzo, era urgente difundir una imagen precisa de cuál era, en las intenciones del Papa, el rol de una Academia para la Vida. Era el período de la revolución biotecnológica; la ingeniería genética hacía siempre nuevas conquistas y había siempre nuevos desafíos por afrontar. El Papa quiso reunir en torno a sí un grupo de expertos en las diversas disciplinas para estudiar los problemas concernientes a la promoción y la defensa de la vida humana y de la dignidad de la persona, en primer lugar para promover la cultura de la vida en el respeto del magisterio. El único modo para hacernos conocer era la organización de diversos congresos sobre temas específicos. Hemos organizado muchos. Luego, poco a poco nos hemos transformado en un instrumento de estudio y de profundización al servicio del Papa, de todos los organismos de la Santa Sede, de la Iglesia universal. Por ejemplo, cuando los medios han lanzado la noticia de que en un laboratorio habría sido creada la vida, afrontamos profundamente la cuestión, no ciertamente para juzgar a los otros sino más bien para buscar comprender los aspectos científicos y valorar su eticidad. Una vez concluida la profundización, pusimos los resultados a disposición de los dicasterios vaticanos.

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¿Y sobre qué estáis trabajando actualmente?


Nos estamos ocupando, por ejemplo, de los bancos de cordones umbilicales. Se trata de una cuestión muy importante y delicada porque concierne a la problemática vinculada al uso de las células estaminales. Los cordones umbilicales contienen efectivamente células estaminales ética y eficazmente utilizables. Pero no es esto lo que nos ocupa en este momento. La reflexión se refiere a la conservación. ¿A quién compete? ¿Debe ser una institución pública quien lo haga o pueden hacerlo también entes privados? Y en este caso, ¿qué tipo de control ético se debe ejercer? ¿Qué problemas comporta, desde el punto de vista económico, social y político? ¿Cómo garantizar que se trata de una ventaja para toda la humanidad y no sólo un privilegio para pocos? Como se puede intuir, es un argumento muy importante que, por lo tanto, requiere un estudio profundo. Ya lo hemos comenzado desde hace tiempo con un pequeño grupo de expertos. Pero, en este momento, sentimos la necesidad de ampliar el número de los estudiosos en torno a esta actualísima temática ya que tenemos intención de cerrarla para fin de año. Por otro lado, el año pasado ya hemos afrontado el argumento de las células estaminales en un congreso. Ha tenido mucho éxito pero ha dejado abiertos algunos interrogantes. Se centraba en el uso de las estaminales adultas. Se han evidenciado sus enormes potencialidades, sin duda superiores y más comprobadas que las derivadas de embriones. Sin embargo, como repito, hay cuestiones que todavía deben ser profundizadas y bien estudiadas. Y es eso lo que estamos haciendo.

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¿Hay que esperar, entonces, un documento de la Pontificia Academia para la Vida sobre las estaminales antes de finales del 2010?


No, no para fin del 2010. Nosotros razonamos en términos de año académico: por lo tanto, puede referirse a un período que va desde el próximo otoño hasta el comienzo de octubre del 2011.

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Por el momento, ¿este es el único tema del que os estáis ocupando?


Hay una larga lista de compromisos. El que consideramos urgente e importante en este momento se refiere al llamado síndrome post-aborto. Afecta a muchas mujeres después del aborto y se habla de él desde hace mucho tiempo, pero se habla poco públicamente y sobre todo no se trata de llegar a indicaciones. Dar indicaciones es lo que estamos tratando de hacer con nuestro trabajo. Esperamos lograrlo en breve tiempo. No me pida cuantificar porque se trata de una cuestión delicada. Sólo le puedo decir que está muy avanzado.

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¿Sobre qué habéis centrado la atención?


Consideramos que, en el estudio de esta materia, se debe hacer una distinción. Hay, de hecho, un aspecto del síndrome post-aborto muy conocido y en torno al cual ya se ha desarrollado un amplio debate con la literatura relativa. Me refiero al estado de depresión que asalta a muchos mujeres que han practicado el aborto. A veces puede manifestarse también con estados de ansia o con formas incluso más graves. Nosotros estamos tratando de profundizar los contornos. Es cierto que el aborto, además de asesinar un inocente, incide profundamente en la conciencia de la mujer que recurre a esto. Una cuestión, por lo tanto, que no se puede ignorar; en primer lugar desde el punto de vista pastoral.


Hay, luego, otro aspecto que debe considerarse en estas patologías, que para nosotros es mucho más peligroso. Se habla poco de él y preocupa menos a la opinión pública pero también a la científica. Es el grave fenómeno del habituarse al aborto. El problema se propuso en toda su gravedad ya unos veinte años atrás cuando, luego del grave terremoto de Armenia (el de 1988), un equipo de médicos del Policlínico Gemelli, de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, que partieron como voluntarios para socorrer a las poblaciones afectadas, verificó que muchísimas mujeres habían abortado ya más de veinte veces. Y para ellas abortar era ya casi como tomar un café. Hablaron de un fenómeno dramático de completa cancelación de la sensibilidad moral cuando se trataba de abortar. Un drama al cual la reciente comercialización de la píldora RU-486 puede exponer a las poblaciones europeas. De hecho, no hay duda de que facilitar su práctica puede significar banalizar el aborto y transformar el embarazo no deseado casi en un fastidioso resfrío que se elimina con la pastilla. Quiero decir que lo que ha ocurrido en estos países puede tranquilamente ocurrir también en los europeos. Por eso, estamos pensando en un documento de profundización. Cuando se habla de aborto, lamentablemente, surgen muchas problemáticas que suscitan siempre un encendido debate, a veces incluso dentro del mundo católico.

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¿Qué pensáis obtener con su difusión?


Trataremos de informar a la gente sobre este riesgo; daremos referencias muy precisas. En lo que respecta a las indicaciones pastorales, hay organismos más competentes que el nuestro. Nosotros les aseguraremos todo nuestra colaboración. Para informar y proporcionar puntos de referencia científicos. Este es el rol de la Pontificia Academia. Siempre tratamos de ir más allá de las polémicas para reflexionar sobre cada aspecto particular de los asuntos, aún si son incómodos de afrontar. Y el debate, interno o externo, no nos asusta; más aún, nos enriquece.

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¿Se pueden hacer previsiones?


También en este caso es imposible. Se está trabajando desde hace mucho tiempo sobre el tema. Por lo tanto, también en este caso se deberá esperar, al menos, el final del año académico.

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Entonces, ¿no esperamos nada en breve?


Tenemos una larga seria de temas por afrontar y es posible que en breve algo llegue a completarse. Pero aún es pronto para decir qué. Sólo piense que tenemos unos setenta colaboradores más asiduos y la posibilidad de contactar a muchos otros en cualquier momento. Por lo tanto, se trata sólo de tomar decisiones según las urgencias que nos son manifestadas.

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En estos últimos tiempos, por ejemplo, también se ha hablado mucho del final de la vida y de todas las problemáticas vinculadas. ¿Puede ser una urgencia?


Es un argumento muy delicado sobre el cual es necesario tener claridad lo más pronto posible, así como se ha aclarado respecto a la eutanasia. Hoy se habla cada vez menos de eutanasia, o al menos no se habla tanto de ella. Pero no porque haya decaído la idea de la eutanasia; sólo que se ha transformado el lenguaje. De este modo, se habla de suspensión de los medios de subsistencia vital, de poner fin a la alimentación, a la hidratación artificial; de orden de suspensión de los cuidados. Y persiste mucha confusión sobre la ubicación del momento mismo del final de la vida: ¿cuando deja de latir el corazón? ¿La muerte cerebral? Para dar una respuesta a estas preguntas inquietantes, es necesario reflexionar, estudiar, profundizar sobre bases científicas, pero también sobre bases éticas, morales, naturales. Y todo esto requiere un estudio muy, muy atento y escrupuloso. Es un trabajo puesto en marcha ya desde hace tiempo, se trata de continuar.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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