martes, 17 de junio de 2008

Una inevitable afirmación

Benson

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Por supuesto, me es absolutamente imposible indicar el argumento concreto que acabó por convencerme. Además, no lo hubo, sino que me impulsó más que nada la emoción. Más bien me sentí arrastrado por el Espíritu de Dios hacia una posición privilegiada desde donde podía observar los hechos tal y como eran. Y fue el libro de Newman [refiere a “Development of Christian Doctrine”] el que me los indicó, guió mi mirada de un punto a otro y me demostró que el glorioso edificio de la Iglesia se basaba en el cimiento inconmovible del Evangelio y se elevaba hacia el Cielo.

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Entonces, cambiando de metáfora, vi a la mística Esposa de Cristo crecer a lo largo de los siglos, desde la infancia a la adolescencia, crecer en estatura y sabiduría; no porque sumara conocimientos sino porque los desarrollaba; la vi fortalecer sus miembros, abrir sus manos; cambiar, ciertamente, su aspecto y su lenguaje, y comenzar a pronunciar palabras humanas para expresar sus criterios cada vez con mayor claridad; la vi sacar de su tesoro cosas nuevas y antiguas que, por otra parte, eran suyas desde el principio; y habitada por el Espíritu del Esposo e incluso sufriendo como Él.

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También ella era traicionada y crucificada; “muere diariamente”, como su Gran Señor; negada, ultrajada y despreciada; un varón de dolores acostumbrado al sufrimiento; desfigurada, calumniada, agonizante; despojada de sus vestiduras; pero – como hija de Rey que es – “llena de gloria”. Incluso muerta, se parece a su Modelo natural, siempre unida a la Divinidad; yace en el sepulcro cercada por los poderes seculares, pero resurge de nuevo, espiritual y trascendente, el Día de Pascua; atraviesa las puertas que los hombres creían cerradas para siempre; celebra banquetes en las salas del piso superior y en la orilla del mar; y, sobre todo, asciende para siempre a los cielos para habitar en las moradas celestiales con Él, que es su Esposo y su Dios.

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Yo contemplaba a la Iglesia con todas esas dificultades marcadas en su rostro. Ahora veía que su aspecto externo había cambiado, y que la Niña escondida en las catacumbas debía ser muy diferente de la Madre y Señora de las Iglesias, la Reina del mundo. Comprendía también que su constitución era distinta; que sus miembros, que al principio se movían de un modo espasmódico y desmañado, se iban controlando progresivamente por la acción de la Cabeza visible; que los gestos infantiles de los primeros Concilios se transformaron, poco a poco, en la serena voz salida de sus labios; que la desordenada sabiduría implícita de los primeros siglos, se fue expresando cada vez con mayor precisión, y que aprendió a decir a los hombres lo que sabía desde el comienzo; que, paso a paso, llegaría a dar a conocer en nuestros días el cimiento sobre el que se había apoyado desde su origen: es decir, que en los temas que concernían a los contenidos vitales de su mensaje, en las afirmaciones de su Cabeza, estaba protegida por el Espíritu de Verdad que había formado su cuerpo en el vientre de la raza humana. Ésta es, en su largo recorrido, la inevitable afirmación que debe hacer una Iglesia que se declara depositaria de la Revelación.

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Robert Hugh Benson nació en 1871 y fue el hijo menor de Edward White Benson, arzobispo anglicano de Canterbury. Llegó a ser clérigo anglicano antes de convertirse al catolicismo en 1903. Este texto está tomado de su obra “Confesiones de un converso”.

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4 Comentarios:

ErmitañoUrbano ha dicho

Los felicito. Quisiera saber donde puedo encontrar en Internet lo libros del Cardenal Newman y Benson ( en castellano). Dios y su Santa Madre los bendigan.

Anónimo ha dicho

Muy bueno el artículo con esa reflexión que aunque tiene más de 100 años, es de actualidad. Saludos y un abrazo.

Anónimo ha dicho

"Cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la Verdad completa" (Jn 16, 13).

Me parece que Benson se refiere al conocimiento que la Iglesia va teniendo de sí misma y de "la Verdad completa" de la que habla el Evangelio de Juan.
Esa "inevitable afirmación" sería entonces la "Infalibilidad pontificia", dogmatizada en el Concilio Vaticano I, pero "propiedad" de la Iglesia dese su misma Fundación por parte del Señor.

Francesco ha dicho

Como siempre, ¡muchas gracias por las visitas!

Ermitañourbano: intentaremos ver que se puede conseguir del Cardenal Newman y de Benson, en español...