jueves, 27 de enero de 2011

El encuentro de Asís del 2002, según el testimonio de Joseph Ratzinger

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Presentamos nuestra traducción de la reflexión, publicada en la revista 30Giorni en febrero de 2002, que el entonces cardenal Joseph Ratzinger,  Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, escribió luego de haber participado, el 24 de enero de ese año, en Asís, de la Jornada de oración por la paz en el mundo convocada por el Papa Juan Pablo II.

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Cuando el jueves 24 de enero, bajo un cielo cargado de lluvia, se movió el tren que debía conducir a Asís a los representantes de un gran número de Iglesias cristianas y comunidades eclesiales junto a los representantes de muchas religiones mundiales, para testimoniar y rezar por la paz, este tren me pareció un símbolo de nuestra peregrinación en la historia. ¿No somos, de hecho, tal vez todos pasajeros de un mismo tren? El hecho de que el tren haya elegido como su destino la paz y la justicia, la reconciliación de los pueblos y de las religiones, ¿no es tal vez una gran ambición y, al mismo tiempo, una espléndida señal de esperanza? En todos lados, pasando por las estaciones, acudió una gran multitud para saludar a los peregrinos de la paz. En las calles de Asís y en la gran tienda, lugar del testimonio común, fuimos nuevamente rodeados por el entusiasmo y por la alegría llena de gratitud, en particular de un numeroso grupo de jóvenes. El saludo de la gente estaba dirigido principalmente al hombre anciano vestido de blanco que estaba en el tren. Hombres y mujeres, que en la vida cotidiana con demasiada frecuencia se enfrentan unos a otros con hostilidad y parecen divididos por barreras insuperables, saludaban al Papa, que, con la fuerza de su personalidad, la profundidad de su fe, la pasión de ella deriva para la paz y la reconciliación, ha casi logrado lo imposible desde el carisma de su oficio: convocar juntos, en una peregrinación por la paz, a representantes de la cristiandad dividida y representantes de diversas religiones.


Pero el aplauso, dirigido sobre todo al Papa, expresaba también un consenso espontáneo para todos aquellos que con él buscaban la paz y la justicia, y era una señal del profundo deseo de paz que sienten los individuos frente a las devastaciones que nos rodean, provocadas por el odio y por la violencia. Aunque a veces el odio parece invencible y se multiplica sin pausa el espiral de la violencia, aquí, por un momento, se percibió la presencia de la fuerza de Dios, de la fuerza de la paz. Me vienen a la mente las palabras del salmo: “Con mi Dios escalaré los muros” (Sal. 18, 30). Dios no nos pone unos contra otros sino que, en cambio, Él, que es Uno, que es el Padre de todos, nos ha ayudado, al menos por un momento, a escalar los muros que nos separan, haciéndonos reconocer que Él es la paz y que no podemos estar cerca de Dios si estamos lejos de la paz.


En su discurso, el Papa citó otra piedra angular de la Biblia, la frase de la Carta a los Efesios: “Cristo es nuestra paz. Él hizo de los dos pueblos uno solo, derribando el muro de separación, la enemistad” (Ef. 2, 14). Paz y justicia son en el Nuevo Testamento nombres de Cristo (para “Cristo, nuestra justicia”, ver por ejemplo 1Cor 1, 30). Como cristianos no debemos esconder esta convicción: por parte del Papa y del Patriarca ecuménico la confesión de Cristo, nuestra paz, ha sido clara y solemne. Pero precisamente por esta razón hay algo que une más allá de las fronteras: la peregrinación por la paz y la justicia. Las palabras que un cristiano debe decir a aquel que se pone en camino hacia tales metas son las mismas usadas por el Señor en la respuesta al escriba que había reconocido en el doble mandamiento que exhorta a amar a Dios y al prójimo la síntesis del mensaje veterotestamentario: “Tú no estás lejos del reino de Dios” (Mc. 12, 34).


Para una comprensión del evento de Asís, me parece importante considerar que no se ha tratado de una auto-representación de religiones que serían intercambiables entre ellas. No se trató de afirmar una igualdad de las religiones, que no existe. Asís ha sido, más bien, la expresión de un camino, de una búsqueda, de la peregrinación por la paz que es tal sólo si va unida a la justicia. De hecho, allí donde falta la justicia, donde a los individuos se les niega su derecho, la ausencia de guerra puede ser sólo un velo detrás del cual se esconden injusticia y opresión.


Con su testimonio por la paz, con su compromiso por la paz en la justicia, los representantes de las religiones han emprendido, en el límite de sus posibilidades, un camino que debe ser para todos un camino de purificación. Esto vale también para nosotros, los cristianos. Hemos llegado realmente a Cristo sólo si hemos llegado a su paz y a su justicia. Asís, la ciudad de san Francisco, puede ser la mejor intérprete de este pensamiento. También antes de su conversión Francisco era cristiano, así como lo eran sus conciudadanos. Y también el victorioso ejército de Perugia, que lo envió prisionero y derrotado a la cárcel, estaba formado por cristianos. Fue sólo entonces, derrotado, prisionero, sufriente, que comenzó a pensar en el cristianismo de un modo nuevo. Y sólo después de esta experiencia le fue posible escuchar y comprender la voz del Crucificado que le habló en la pequeña iglesia en ruinas de san Damián, la cual, por eso, se convirtió en la imagen misma de la Iglesia de su época, profundamente dañada y en decadencia. Sólo entonces vio cómo la desnudez del Crucificado, su pobreza y su humillación extremas, estaban en contraste con el lujo y la violencia que antes le parecían normales. Y sólo entonces conoció verdaderamente a Cristo y entendió también que las cruzadas no eran la mejor manera de defender los derechos de los cristianos en Tierra Santa sino que, más bien, era necesario tomar a la letra el mensaje de la imitación del Crucificado.


De este hombre, de Francisco, que respondió plenamente a la llamada de Cristo crucificado, emana todavía hoy el esplendor de una paz que convenció al sultán y que puede abatir realmente los muros. Si nosotros, como cristianos, emprendemos el camino hacia la paz siguiendo el ejemplo de san Francisco, no debemos temer perder nuestra identidad: es precisamente entonces que la encontramos. Y si otros se unen a nosotros en la búsqueda de la paz y de la justicia, ni ellos ni nosotros debemos temer que la verdad pueda ser pisoteada por bellas frases hechas. No, si nosotros nos dirigimos seriamente hacia la paz, entonces estamos en el camino correcto porque estamos en el camino del Dios de la paz (Rom. 15, 32), cuyo rostro se ha hecho visible a nosotros, cristianos, por la fe en Cristo.


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Fuente: 30Giorni


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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4 Comentarios:

Anónimo ha dicho

Saludos:
No creo que haga que alguien piense -COMO FRUTO DE LAS REUNIONES DE ASÍS, A MENOS QUE TENGA UN GRADO CONSIDERABLE DE ESTUPIDEZ EN LA CABEZA, Y ESO PUEDE PASAR EN GENTE HASTA MUY INTELIGENTE Y MUY PSICÓLOGA- que todas las religiones son iguales: a lo mucho se pensará que se tiene derecho a tener la religión que uno quiera siempre y cuando esa religión no vaya en perjuicio civil de la persona.
Dios siempre ha estado con los sucesores de Pedro. Lo que Pedro en realidad esta haciendo es acercar a las otras religiones, a sus líderes y fieles, a Cristo y a su Iglesia. Y yo sí creo que funcione para evangelizar, pues realmente se les presenta el evangelio a estos líderes, y de diversos modos, empezando por la ciudad de Asís, que es puro evangelio en sí, ciudad del más grande evangelizador de todos los tiempos.
Gracias.

Anónimo ha dicho

¿TIENEN EFICACIA Y VALOR LAS ORACIONES Y LOS CULTOS QUE SE REALIZAN A LOS FALSOS DIOSES EN LAS FALSAS RELIGIONES?

LO QUE DICE LA PALABRA DE DIOS:

"Yo soy el Señor Dios tuyo...No tendrás otros dioses más que a Mí ...no los adorarás ni les prestarás culto" (Ex. 20,2-5; cfr. Mt. 4, 3-12; Jo, 17,3; 1 Tim. 2,5).


Ninguno va al Padre sino por medio de Él (Jo. 14,6) y no hay ningún otro Nombre bajo el Cielo en el cual el hombre pueda salvarse (Act. 4, 12). Él (Cristo) es la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jo. 1, 9) y quien no lo sigue camina en las tinieblas (Jo. 8,12). Quien no está con Él está contra Él (Mt. 13,30); y quien no lo honra ultraja también al Padre que lo ha enviado (Jo. 5.23). A Él el Padre le ha entregado el juicio de los hombres (Jo. 5,22); quien no cree ya ha sido juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo Unigénito de Dios (Jo. 3,18). En Él y en el Padre que lo ha enviado (Jo. 17,3).

La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los ‘ídolos, oro y plata, obra de las manos de los hombres’, que ‘tienen boca y no hablan, ojos y no ven...’ Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: ‘Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza’ (Sal 115, 4-5.8; cf. Is 44, 9-20; Jr 10, 1-16; Dn 14, 1-30; Ba 6; Sb 13, 1-15,19). Dios, por el contrario, es el ‘Dios vivo’ (Jos 3, 10; Sal 42, 3, etc.), que da vida e interviene en la historia.

"No os juntéis en yugo desigual con los infieles; porque ¿qué tiene que ver la justicia con la iniquidad? ¿Y qué compañía puede haber entre la luz y las tinieblas? ¿O qué concordia entre Cristo y Belial? "¿O qué parte tiene tiene el fiel con el infiel?
"¿O qué consonancia entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois templo de Dios vivo según aquello que dice Dios: Habitaré dentro de ellos, y en medio de ellos andaré y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
"Por lo cual salid vosotros de entre tales gentes y separaos de ellas, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo". (Esto es, evitando la idolatría).
(2a. Cor. 6, 14-17).

"¿Quién es mentiroso, sino aquel que que niega que Jesús es el Cristo? Este tal es un anticristo, que niega al Padre y al Hijo. Cualquiera que niega al Hijo tampoco reconoce al Padre; quien confiesa al Hijo, también al Padre confiesa. Vosotros estad firmes en la doctrina que desde el principio habeís oído: Si os manteneís en lo que oísteis al principio, también os mantendreís en el Hijo, y en el Padre. Y esta es la promesa, que nos hizo Él mismo, la vida eterna" (1 San Juan 2,22-26).

‘Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto’ (Lc 4, 8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13).

"No quieras adorar ningún dios extranjero. El Señor tiene por nombre Celoso. Dios quiere ser amado él solo" (Ex.34,14).

Provocaron al Señor (con adorar) dioses ajenos, e incitaron su cólera con sus abominaciones" (Deut. 32,16).


LOS FALSOS DIOSES SON DEMONIOS:

"Todos los dioses de los gentiles son demonios" (Salmo 95, 5).

"Las cosas que sacrifican los gentiles, las sacrifican a los demonios y no a Dios. Y no quiero que tengáis ninguna sociedad con los demonios; no podéis beber el Cáliz del Señor y el cáliz de los demonios. No podéis tener tener parte en la mesa del Señor y en la mesa de los demonios".
(I Cor. 10, 20 y 21).


"Vete, Satanás, porque está escrito: al Señor tu Dios adorarás y sólo a Él rendirás culto" (Mt. 4, 3-12).

Fuente: http://catolicidad-catolicidad.blogspot.com/2011/01/tienen-eficacia-y-valor-las-oraciones-y.html

Anónimo ha dicho

Mi respuesta a su comentario:
También el Señor dijo: Id y predicad el evangelio a toda creatura.

A los líderes de otras religiones hay que acercalos a Cristo y su Iglesia como sea, y ésta es la mejor manera de hacerlo según los papas.

Lamento que haya católicos que esten en contra de estos actos de los papas, estan cegados por la herejía y por demonios, porque ir en contra del Papa es ir en contra de Cristo.

Anónimo ha dicho

¿En Asís se va a predicar el Evangelio y a Cristo verdadero Dios y Redentor del género humano a los no cristianos? ¡Ojalá eso fuera!

Basta ver los anteriores encuentros donde se les exhortó a rezar por la paz a sus falsos dioses que la Escritura califica de demonios. ¿Qué eficacia hay en esas oraciones a deidades creadas por los hombres?

Nadie va contra el Papa, como no fue contra el Papa San Pablo en Antioquia, cuando COMO SÚBDITO se opuso a San Pedro -primer Papa- con toda razón. Pedro erraba y Pablo estaba en lo correcto. San Pablo no estaba contra Cristo ni contra el Papa, ni estaba cegado por "herejía" alguna.

¿Sabrá este comentarista siquiera lo que es una herejía?

Sólo por citar lo que dice la Palabra de Dios nos acusa de herejes, siendo que la herejía es contradecirla e ir contra el dogma.

Ojalá esos encuentros fueran REALMENTE para predicar a Cristo y buscar la conversión de los errados en religiones falsas y no para fomentar sus idolatrías e invocaciones a falsos ídolos dizque para conseguir la paz.

¿Qué paz pueden conseguir esos ídolos? La paz solo la puede traer N.S. Jesucristo.

Fraternalmente