viernes, 7 de enero de 2011

Mons. Braz de Aviz, nuevo Prefecto de Religiosos, se presenta

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Hace pocos días, el Santo Padre nombró como nuevo Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica a Mons. João Braz de Aviz, hasta ahora Arzobispo de Brasilia, de 63 años de edad. Presentamos una de las primeras entrevistas que el nuevo Prefecto ha concedido y en la que se refiere a la misión que el Papa le ha encomendado.

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¿Cuándo supo de su nombramiento y cuándo comenzará su trabajo?


Supe del mismo el 14 de diciembre. Estaba en mi casa en Brasilia, por la tarde, cuando me llamó el cardenal Bertone, el Secretario de Estado, para decírmelo. Planeo viajar a Roma para mediados de febrero, pero los detalles precisos aún no los he acordado con Roma. Necesito algún tiempo para terminar algunas cosas aquí en mi arquidiócesis.

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Usted no proviene de una orden religiosa, pero ¿tiene experiencia de vida religiosa?


Fui miembro de un seminario menor, aquí en Brasil, en Assis, regido por una orden llamada Pontificio Instituto para las Misiones en el Extranjero, los padres “PIME” de Milán. Fui seminarista diocesano allí, entre 1958 y 1964, y recibí una maravillosa educación de ellos. Además, he desarrollado muchos contactos con religiosos y religiosas por medio del movimiento de los Focolares, que tiene un departamento dedicado a las órdenes religiosas. He tenido una larga y muy profunda amistad con los Focolares.

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¿Cómo se desarrolló la amistad con los Focolares?


Cuando tenía 16 años, créalo o no, vino a dar una conferencia a nuestro seminario un pintor cubista que era parte del movimiento de los focolares, y desde allí en adelante simplemente me enamoré de ellos. Fue en un momento importante para mí, porque en ese tiempo estaban iniciándose las grandes ideologías en Brasil. Estaba naciendo la teología de la liberación, que tenía la increíblemente hermosa preocupación por los pobres, pero que también era a veces pesadamente ideológica. Los jóvenes nos sentíamos muy atraídos por ella, y los Focolares me dieron el correcto sentido del equilibrio.

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Muchos dicen lo mismo sobre la Comunidad de San Egidio – que también tiene una “opción preferencial por los pobres”, pero es una opción de fe y no de ideología.


Sí, exactamente, y también soy amigo de la Comunidad de San Egidio.

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Los brasileros me han dicho que usted no llega a su nuevo trabajo en el Vaticano con una agenda fuerte sino con voluntad de aprender. ¿Es eso correcto?


Creo que está bien dicho, es lo mismo que he estado diciendo a la gente en estos días. En primer lugar, no tengo un sentido carrerista, no veo esto como una promoción personal. En mi corazón, veo esto como un servicio al Santo Padre y a la Iglesia. Estamos llamados a ser hermanos y hermanas en la Iglesia, y para eso tenemos que dar de nosotros mismos en el servicio.


Más allá de eso, tengo que confesar que ni siquiera conozco mucho acerca de la Congregación en la que estaré trabajando, por lo que tengo mucho que aprender. Tengo que caminar junto a aquellos que ya están allí, con la gente que conoce muy bien este campo, porque es un área enorme y muy especializada. Mi impresión es que el Santo Padre está contento con el trabajo que se está haciendo, por lo que no creo que haya sido elegido para hacer cambios dramáticos inmediatos. Creo que fui elegido en parte porque el Santo Padre quiere un brasilero en el Vaticano, dado que al momento no hay otro brasilero en una posición importante en el Vaticano.

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Algunos observadores han hablado de una “crisis” en la vida religiosa desde el Concilio Vaticano II. ¿Ve tal crisis?


Creo que hay ciertamente signos de dificultades, tales como la disminución en las vocaciones. Muchas órdenes, muchas congregaciones, han visto una disminución significativa de vocaciones. Tenemos que estar atentos a lo que está sucediendo, tenemos que tratar de entender cuáles son los problemas.


También tenemos que reconocer que los grandes cambios en la cultura de nuestro tiempo afectan la vida religiosa. Vivimos en un mundo muy diferente a aquel en el que fuimos criados. La globalización, por ejemplo, es una realidad que no hemos logrado gobernar efectivamente. Tenemos que preguntarnos cómo un fuerte compromiso de consagración a Dios puede, en nuestro mundo, hacer felices a los hombres y a las mujeres, dado que hay tantas otras cosas en la cultura que prometen la felicidad.


La cuestión que el Vaticano II quiso plantear a las órdenes religiosas es aún válida: ¿es la luz, la inspiración, que Dios dio al fundador de la orden aún hoy una fuerza viva en la orden? ¿Qué es lo que se necesita para que el núcleo de esa inspiración penetre este nuevo mundo, de modo que la orden pueda permanecer fiel a la luz que brilla a partir del fundador?

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Más allá de la crisis, ¿ve también signos de esperanza para la vida religiosa?


¡Hay tantos! Cada carisma dado a la Iglesia es una semilla de la Palabra, dada en un momento particular en el tiempo. En orden a ayudarlos a perseverar y crecer, me parece, necesitamos acompañarlos – no con autoritarismo, sino con misericordia y fidelidad.

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Algunos dicen que muchas órdenes religiosas se han tornado demasiado “progresistas” desde el Vaticano II. ¿Cuál es su visión al respecto?


Diría que muchas órdenes han tratado de buscar una nueva luz, un nuevo modo de responder a las circunstancias cambiantes, y eso es bueno. Algunas veces, sin embargo, es mi impresión que no se le da suficiente importancia a las orientaciones del Santo Padre en cuánto al modo en el que llevar esto a cabo. Recuerdo que en 1980, el Cardenal Gantin vino a Brasil para dar algunas orientaciones al comité doctrinal de la conferencia episcopal sobre la teología de la liberación. Los obispos recibieron muy bien estas orientaciones, pero no pasó siempre lo mismo con los teólogos. Creo que necesitamos las orientaciones del Santo Padre, que debemos verlas no como una imposición de la autoridad, sino como una cierta luz que nos ayuda a percibir lo que Dios nos está pidiendo. Si no tenemos esta visión, es fácil quedar demasiado enfocados en nuestras propias circunstancias individuales y perdernos el contexto mayor.

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¿Conoce los Estados Unidos?


No realmente. Entiendo muy poco inglés, y nunca he viajado a los Estados Unidos.

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¿Conoce acerca de la Visita Apostólica a las religiosas en los Estados Unidos?


Sé acerca de ella porque recientemente hablé con la Madre Clare Millea, la hermana norteamericana que está a cargo de la visita. Ella vendrá a verme aquí a Brasilia en los próximos días, en parte porque también tenemos que hablar sobre su congregación [la Congregación de los Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús]. Más allá de esto, realmente no sé nada.

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¿Es consciente de que muchas hermanas en Estados Unidos están preocupadas porque, para ellas, el proceso parece “secreto”, y creen que no van a tener la oportunidad de responder a las conclusiones, sean estas cuales fueren?


He oído esto de la hermana que habló conmigo. No he leído nada más al respecto, por lo que tendré que informarme una vez que llegue a la Congregación en Roma.

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¿Está abierto a la posibilidad de hablar con las hermanas norteamericanas sobre cómo hacer de esto una experiencia constructiva?


Por supuesto. Lo que el Santo Padre quiere es fidelidad a la vida consagrada, pero también tenemos que estar en diálogo con el mundo y todas las demás cosas que las religiosas se esfuerzan por hacer. Diría que el “secreto” no es el espíritu de esta intervención. Usted sabe, cuando en la Iglesia interviene una autoridad superior, lo hace porque tiene una responsabilidad, una misión que llevar a cabo; pero a menudo se da un problema de confianza. Quiero crear confianza – creo mucho en esto. Tenemos que superar esta visión en la que unos y otros son enemigos, creyendo que el “otro” está lejos de Dios, o es una amenaza para mí.


Aprendí esta visión de los Focolares. Ellos me enseñaron que siempre tenemos que intentar comprender el camino en el que el otro está avanzando, cómo ve las cosas, y aprender de ello. Es muy importante encontrar lo bueno en lo que el otro cree y siente, no condenarlo ni destruirlo. Es un espíritu de unidad, que tenemos que construir juntos. Para mí, no hay otro camino. Dicho sea de paso, tengo una excelente relación con los religiosos aquí en Brasil, incluso con la coordinación nacional para las órdenes religiosas.

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¿Entonces está abierto al diálogo con las religiosas de los Estados Unidos?


Sí, quiero aprender de ellas, caminar con ellas. Hay que ver a las personas, llegar a conocerlas, esto ayuda a superar los problemas. Diría lo mismo acerca de la crisis por los abusos sexuales que hemos vivido en los últimos años. Tenemos que preocuparnos por la santidad de la Iglesia, pero también tenemos que ser muy cercanos a los que fueron heridos, a las víctimas. Esto me apasiona.

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¿Conoce al Arzobispo Joseph Tobin, el secretario de la Congregación?


No, aún no he hablado con él.

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Sé que aún hay un trabajo al respecto, pero ¿cómo describiría su visión de la vida religiosa?


Lo pondría así: cada congregación, cada orden en la Iglesia, es como una hermosa flor. Juntas, hacen un jardín, y debemos preocuparnos no sólo de las flores individuales sino del jardín en su conjunto. ¿Cuál es la relación entre los distintos carismas? ¿Tienen estas flores la capacidad de ver la belleza en las otras? En orden a que este jardín sea saludable, las flores tienen que crecer juntas. Es otra forma de hablar acerca del balance entre unidad y diversidad, algo que puede ser difícil de lograr en una cultura individualista, en la que todos quieren hacer que su visión personal de las cosas lo gobierne todo. En lugar de esto, tenemos que ser gobernados por la regla de la caridad, y creo que eso es algo que tenemos que redescubrir en la Iglesia.

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Fuente: National Catholic Reporter


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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1 Comentarios:

Misa Tradicional ha dicho

Desalentador, tenía fe en Rodé y no hizo nada, en este no tengo ni fe, no va a hacer nada, sus palabras lo dicen, hay que entender las diversas maneras de seguir a Cristo, aunque sea perdiendo la esencia de la orden por actualizarse. La vida religiosa seguirá peor que está.