domingo, 30 de enero de 2011

“Necesitamos un nuevo Syllabus”: conferencia de Mons. Schneider (I)

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Como se sabe, Mons. Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Karaganda, pronunció una histórica conferencia en Roma el 17 de diciembre de 2010, en la que mencionó la necesidad de un nuevo Syllabus de los errores en la interpretación del Concilio Vaticano II. Por su extensión, presentaremos nuestra traducción de dicha conferencia en tres partes. En esta primera parte, que a continuación ofrecemos, Mons. Schneider, luego de una breve introducción, comienza a enumerar y desarrollar un “vademecum pastoral” partiendo de algunas enseñanzas del último Concilio, leídas en una hermenéutica de continuidad.

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Propuestas para una correcta lectura del Concilio Vaticano II


I. El fundamento teológico de la pastoral


Para hablar correctamente de la teoría y de la praxis pastoral es necesario primero ser conscientes de su fundamento y de su fin teológico. El fin de la Iglesia es el mismo fin de la Encarnación: “propter nostram salutem”. Así la fe y la oración de la Iglesia se expresa: “Qui propter nos homines, et propter nostram salutem, descendit de caelis et incarnatus est et homo factus est”. Esta salvación significa la salvación del alma para la vida eterna. En esto consiste también la finalidad de toda la ordenación jurídica y pastoral de la Iglesia, como nos dice el último canon del Código de Derecho Canónico: “prae oculis habita salute animarum, quae in Ecclesia suprema semper lex esse debet” (can. 1752).


El contenido de la salvación del alma humana consiste en la santidad, en la renovación y en la perfección de la originaria dignidad humana en Cristo. Dios ha creado al hombre según Su imagen y Su semejanza (cfr. Gen 1, 26) y esta obra es admirable, como dice la Iglesia en la liturgia: “Deus, qui humanae substantiae dignitatem mirabiliter condidisti”. Pero todavía más admirable es la renovación y la perfección de esta imagen, realizada por la obra de la redención: “mirabilius reformasti”. La renovación, la perfección nueva, la santidad, consiste en la inimaginable gracia de la participación del hombre en la misma naturaleza Divina: “Divinitatis esse consortes”. Esta participación en la naturaleza divina significa ser hijos adoptivos de Dios, ser hijos en el Único Hijo, Jesucristo.


Jesucristo, el único Hijo de Dios según la naturaleza, se ha hecho por Su verdadera Encarnación el primogénito entre muchos hermanos: “primogenitus in multis fratribus” (Rm 8, 29). Por medio de Su sacrificio redentor, Cristo ofrece al hombre la gracia de la vida Divina. La misma vida Divina en el misterio de la Santísima Trinidad está presente en la humanidad del Hijo de Dios: “in Ipso inhabitat omnis plenitudo divinitatis corporaliter”, en Él toda la divinidad habita corporalmente (Col 2, 9). Cristo encarnado está lleno de gracia y de verdad (cfr. Gv 1, 14). El Espíritu Santo distribuye desde esta fuente de vida Divina por medio de la Iglesia, que es el Cuerpo Místico de Cristo, en la liturgia de los sacramentos, la gracia de la filiación Divina y todas las otras gracias de santidad necesarias. Así se puede entender mejor lo que enseñó el Concilio Vaticano II: “Liturgia est culmen ad quod actio Ecclesiae tendit et simul fons unde omnis eius virtus emanat” (Sacrosanctum Concilium, n. 10). “La Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan para alabar a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor” (Sacrosanctum Concilium, n. 10).


II. Un vademécum pastoral del Concilio Vaticano II


En el contexto del discurso sobre el primado del culto y de la adoración que se deben rendir a Dios, el Concilio nos presenta en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium una sólida síntesis de una sana y teológicamente válida teología pastoral, una suerte de vademécum pastoral con las siguientes siete características: “la Iglesia proclama el mensaje de salvación para que todos los hombres conozcan al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo, y se conviertan de sus caminos haciendo penitencia. Y a los creyentes les debe predicar continuamente la fe y la penitencia, y debe prepararlos, además, para los Sacramentos, enseñarles a cumplir todo cuanto mandó Cristo y estimularlos a toda clase de obras de caridad, piedad y apostolado, para que se ponga de manifiesto que los fieles, sin ser de este mundo, son la luz del mundo y dan gloria al Padre delante de los hombres” (Ibíd., 9).


De esta breve síntesis brindada por el Concilio podemos establecer las siguientes siete notas esenciales de teoría y de praxis pastoral:


1. El deber de anunciar el Evangelio a todos los no creyentes (cfr. Sacrosanctum Concilium, n. 9)


Tal anuncio debe ser explícito, es decir, la fe en Jesucristo a la cual se llega por medio de la gracia de la conversión y de la penitencia. Por lo tanto, no hay lugar para una teoría y una praxis del así llamado “cristianismo anónimo”; no hay ninguna admisión de caminos de salvación alternativos al camino de Cristo: Cristo es el único Mediador entre Dios y los hombres. Esto es lo que el Concilio enseña en la constitución dogmática Lumen Gentium, diciendo: “esta Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación. El único Mediador y camino de salvación es Cristo, quien se hace presente a todos nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia” (n. 14). En el punto n. 8 de esta misma constitución dogmática, el Concilio dice: “Unicus Mediator Christus” (cfr. anche ibid., n. 28). Los hombres salvados en la eternidad lo son por la aceptación en su vida terrena de los méritos del único Mediador Jesucristo (cfr. ibid., n. 49). El Concilio Vaticano II enseña refiriendo la siguiente cita del Concilio Tridentino: “per Filium eius Iesum Christum, Dominum nostrum, qui solus noster Redemptor et Salvator est” (ibid., n. 50). En la Declaración sobre la libertad religiosa el Concilio enseña que todo hombre es redimido por Cristo Salvador y está llamado a la filiación Divina que sólo puede recibir por medio de la gracia de la fe (cfr. Dignitatis humanae, n. 10).


El Papa Pablo VI, en su discurso para la apertura de la segunda sesión del Concilio en el año 1963, enseñaba así: “Jesucristo es el único y el sumo Maestro y Pastor, y el único Mediador entre Dios y los hombres”. El mismo Papa repetía al Concilio al siguiente año: “Jesucristo es el único Mediador y Redentor”. La enseñanza del Concilio prosigue así: “Y como el que no cree ya está juzgado, las palabras de Cristo son, a un tiempo, palabras de condenación y de gracia, de muerte y de vida” (Ad gentes, n. 8). La actividad misionera es un sagrado deber de la Iglesia, ya que es la voluntad de Dios mismo que reitera la necesidad de la fe en Cristo y del bautismo para la salvación eterna (cf. ibid., n. 7).


2. El deber de predicar a los fieles la fe (cfr. Sacrosanctum Concilium, n. 9)


La tarea principal de la Iglesia consiste en preocuparse de que la fe de los fieles crezca y sea protegida del peligro del error: esto significa, por lo tanto, cuidar la pureza, la integridad y la vitalidad de la fe. Ya en el discurso para la apertura del Concilio Vaticano II, el Beato Papa Juan XXIII declarara inequívocamente, de un modo todavía más eficaz, que el principal deber del Concilio era la protección y la promoción de la doctrina de la fe: “ut sacrum christianae doctrinae depositum efficaciore ratione custodiatur atque proponatur”. El Beato Pontífice prosigue sosteniendo cómo, en el ejercicio de este deber suyo en nuestro tiempo, la Iglesia no debe nunca alejar su mirada del sagrado patrimonio de la verdad, recibido de la Tradición. El Concilio debe transmitir la doctrina católica íntegra, sin disminuirla y sin distorsionarla: “integram, non imminutam, non detortam tradere vult doctrinam catholicam”. El Papa Juan, en forma muy realista, observa cómo esto no resulta agradable para todos. Es por eso necesario, dice el Papa, que la entera doctrina cristiana sea acogida en nuestros días por parte de todos, y esto sin dejar de lado ninguna parte: “oportet ut universa doctrina christiana, nulla parte inde detracta, his temporibus nostris ob omnibus accipiatur”.


En la aceptación y promoción de la entera doctrina de la fe debe seguirse un modo cuidadoso en cuanto a la forma y a los conceptos, siguiendo el ejemplo del Concilio de Trento y del Concilio Vaticano I, según cuanto recuerda el Papa Juan XXIII. En la Declaración sobre la libertad religiosa, el Concilio ruega a los fieles que “procuren difundir la luz de la vida, con toda confianza y fortaleza apostólica, incluso hasta el derramamiento de sangre” (Dignitatis humanae, n. 14). Además ellos tienen “la obligación grave de conocer cada día mejor la verdad que de Él han recibido, de anunciarla fielmente y de defenderla con valentía” (ibd.). En la Constitución Gaudium et Spes, el Concilio exhorta: “Caridad y benignidad en modo alguno deben convertirse en indiferencia ante la verdad y el bien. Más aún, la propia caridad exige el anuncio a todos los hombres de la verdad saludable” (n. 28). El Papa Pablo VI, en el discurso para la apertura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II, afirmaba: “El fundamento de la renovación de la Iglesia debe ser un estudio más comprometido y una promoción más rica de la verdad Divina”.


En el Decreto sobre el apostolado de los fieles laicos, el Concilio se expresa en estos términos: “En nuestros tiempos surgen nuevos problemas, y se multiplican los errores gravísimos que pretenden destruir desde sus cimientos la religión, todo el orden moral y la misma sociedad humana” (Apostolicam actuositatem, n. 6). En la Constitución pastoral Gaudium et Spes, el Concilio constataba cómo ya en aquel tiempo se divulgaban graves errores morales y exhortaba a todos los cristianos a defender y promover la dignidad natural y el altísimo valos sagrado del estado matrimonial (cfr. n. 47). El Concilio, en el mismo documento, reprueba las costumbres inmorales en relación al matrimonio y a la virtud de la castidad, diciendo que la dignidad del matrimonio y de la familia “está oscurecida por la poligamia, por la plaga del divorcio, el así llamado amor libre y otras deformaciones; es más, el amor matrimonial queda frecuentemente profanado por el egoísmo, el hedonismo y los usos ilícitos contra la generación. Por otra parte, la actual situación económica, social-psicológica y civil son origen de fuertes perturbaciones para la familia” (Ibíd.). El Concilio da una enseñanza inequívoca sobre la castidad matrimonial: “No es lícito a los hijos de la Iglesia, fundados en estos principios, ir por caminos que el Magisterio, al explicar la ley divina, reprueba sobre la regulación de la natalidad (cfr. Pio XI, Casti Connubii). Tengan todos entendido que la vida de los hombres y la misión de transmitirla no se limita a este mundo, ni puede ser conmensurada y entendida a este solo nivel, sino que siempre mira al destino eterno de los hombres” (ibíd.).


En el Decreto sobre la actividad misionera, el Concilio exhorta para que se excluya toda forma de indiferentismo, de sincretismo, de confusionismo (Ad Gentes, n. 15) En la constitución Gaudium et Spes, el Concilio rechaza un humanismo puramente terrestre y antirreligioso (cfr. n. 56). El mismo documento conciliar habla de un humanismo ateo que no sólo amenaza la fe sino que incluso ejerce una influencia negativa y global sobre todas las esferas de la vida social: “Muchedumbres cada vez más numerosas se alejan prácticamente de la religión. La negación de Dios o de la religión no constituye, como en épocas pasadas, un hecho insólito e individual; hoy día, en efecto, se presenta no rara vez como exigencia del progreso científico y de un cierto humanismo nuevo. En muchas regiones esa negación se encuentra expresada no sólo en niveles filosóficos, sino que inspira ampliamente la literatura, el arte, la interpretación de las ciencias humanas y de la historia y la misma legislación civil. Es lo que explica la perturbación de muchos” (ibíd., n. 7).


El Papa Pablo VI, en su homilía con ocasión de la última sesión pública del Concilio Vaticano II, afirma que el Concilio propone a los hombres de nuestro tiempo una doctrina teocéntrica y teológica sobre la naturaleza humana y sobre el mundo. En la homilía de la séptima sesión pública del Concilio Vaticano II, el 28 de octubre de 1965, el Papa Pablo VI explica que, a pesar de la general índole pastoral del Concilio, éste quiere proponer la perenne y auténtica doctrina de la Iglesia, excluyendo el relativismo doctrinal; el Concilio realiza una obra “que no historiciza ni relativiza a las metamorfosis de la cultura profana la naturaleza de la Iglesia, siempre igual y fiel a sí misma, como Cristo la quiso y la auténtica tradición la perfeccionó; sino que la hace más idónea para desarrollar en las renovadas condiciones de la sociedad humana su benéfica misión”.


En el discurso pronunciado en el mismo año 1965, con ocasión de la octava sesión pública del Concilio, el Papa Pablo VI critica el comportamiento de aquellos que interpretan incorrecta y abusivamente la intención del Beato Papa Juan XXIII sobre la adaptación pastoral de la Iglesia a las nuevas necesidades de nuestro tiempo (el “aggiornamento”). Además, el Papa propone el espíritu del Concilio al respecto y pone a todos en guardia contra el relativismo doctrinal y jurídico, afirmando que el Papa Juan XXIII “no quería atribuir a esta programática palabra el significado que algunos intentan darle, como si ella consistiera en «relativizar» según el espíritu del mundo todas las cosas de la Iglesia, dogmas, leyes, estructuras, tradiciones, siendo así que en él estuvo tan vivo y firme el sentido de la estabilidad doctrinal y estructural de la Iglesia que lo constituyó en eje de su pensamiento y de su obra. «Aggiornamento» querrá decir de ahora en adelante, para nosotros, sabia penetración del espíritu del Concilio que hemos celebrado y aplicación fiel de sus normas feliz y santamente emanadas”.


En el texto original latino Pablo VI no usa la palabra “aggiornamento” sino la palabra “accomodatio”. La famosa expresión “aggiornamento” del Beato Juan XXIII se ha vuelto ya casi legendaria. En su intención original esta expresión no tiene nada que ver con un relativismo doctrinal, jurídico o litúrgico.


La nueva y benévola actitud pastoral de paciente compresión y de diálogo con la sociedad fuera de la Iglesia no comporta un relativismo doctrinal. El Papa Pablo VI defiende el Concilio de tal posible acusación en la citada homilía durante la última sesión pública: “Esta actitud… ha estado obrando fuerte y continuamente en el Concilio, hasta el punto de sugerir a algunos la sospecha de que un tolerante y excesivo relativismo al mundo exterior, a la historia que pasa, a la moda actual, a las necesidades contingentes, al pensamiento ajeno, haya estado dominando a personas y actos del Sínodo ecuménico a costa de la fidelidad debida a la tradición y con daño a la orientación religiosa del mismo Concilio. Nos no creemos que este equívoco se deba imputar ni a sus verdaderas y profundas intenciones ni a sus auténticas manifestaciones”. Pablo VI defiende aquí sólo las verdaderas y profundas intenciones y las auténticas manifestaciones del Concilio, sin entrar en el mérito de las personas.


El Concilio rechaza expresamente todo tipo de sincretismo religioso en la actividad misionera y exige que las tradiciones particulares de los pueblos sean iluminadas por la luz del Evangelio, dejando intacto el primado de la cátedra de Pedro (cfr. Ad Gentes, n. 22).


(Próximamente, publicaremos la 2º y la 3º parte de esta Conferencia)


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Fuente: Chiesa


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 28 de enero de 2011

La primera universidad de Asia: católica, desde luego

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El 20 de enero de 2011 la Santa Sede hizo pública la carta del Papa Benedicto XVI Quartum expletum saeculum, formalmente fechada el 28 de diciembre de 2010, dirigida al cardenal Zenon Grocholewski, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica, que ha sido nombrado Enviado Especial del Papa a la celebración del IV centenario de la fundación de la Pontificia Universidad Santo Tomás de Manila (Filipinas), que tendrá lugar el 28 de enero de 2011.


La carta merece atención desde dos puntos de vista. En primer lugar, invita a meditar sobre el rol de la universidad católica como espacio de encuentro entre fe y razón. En una universidad católica, explica el Papa, se enseñan muchas materias pero todas deben ser iluminadas por la Palabra de Dios. Benedicto XVI invita aquí a la lectura de su exhortación apostólica post-sinodal del 2010, Verbum Domini, que ofrece indicaciones muy precisas sobre el punto.


La universidad católica no es sólo una versión más eficiente de las universidades estatales. Su fin último, escribe el Papa, es preparar cristianos que trabajen “en la edificación del Reino de Dios”. Por esto es necesario que en este tipo de universidades “la fe en Cristo ocupe el primer puesto”. Si bien se trata de una verdad que el mundo no quiere ver, el alumno de la universidad católica debe salir de ella convencido del primado también epistemológico de la fe. Benedicto XVI cita en la carta palabras muy fuertes del n. 157 del Catecismo de la Iglesia Católica, del que subraya la importancia: “La fe es cierta, más cierta que todo conocimiento humano, porque se funda en la Palabra misma de Dios, que no puede mentir. Ciertamente las verdades reveladas pueden parecer oscuras a la razón y a la experiencia humanas, pero «la certeza que da la luz divina es mayor que la que da la luz de la razón natural» (S. Tomás de Aquino, s.th. 2-2, 171,5, obj.3)”. Y es interesante notar que el pasaje del Catecismo continúa con una cita del cardenal John Henry Newman (1801-1890), proclamado beato en el 2010: “Diez mil dificultades no hacen una sola duda”.


En segundo lugar, la carta Quartum expletum saeculum es interesante porque atrae la atención de toda la Iglesia sobre una institución tal vez no muy conocida en Europa pero que tiene una gran importancia histórica. La Universidad Santo Tomás ha sido la primera universidad en ser fundada en el continente asiático. Sus orígenes se remontan, de hecho, al prelado dominico español Miguel de Benavides (1552-1605), tercer arzobispo de Manila y gran estudiosa de la lengua y de la cultura chinas. Benavides murió sin ver coronado su sueño de abrir una universidad en las Filipinas, pero dejó en herencia su notable patrimonio personal para que el proyecto continuase. Seis años después de la muerte del arzobispo el ateneo fue finalmente fundado el 28 de abril de 1611, cuatro siglos atrás.


La Universidad Santo Tomás también tiene otros primados. Su campus central lo convierte en una de las mayores, si no la mayor universidad católica del mundo por el número de estudiantes (más de cuarenta mil) concentrados en un único sistema de edificios contiguos. Es la única universidad fuera de Italia que fue visitada tres veces por Pontífices: por el siervo de Dios Pablo VI (1897-1978) en 1970 y por el venerable Juan Pablo II (1920-2005) primero en 1981 y luego en 1995. Ha sido frecuentada por nueve santos y seis beatos, todos muertos mártires: cinco en Japón, cuatro en Vietnam y seis en España durante la Guerra civil.


Estos primados son importantes y muestran cómo en cada lugar donde llegó la Iglesia, se preocupó enseguida de fundar y hacer florecer grandes instituciones culturales, en beneficio de las poblaciones locales. La Universidad Santo Tomás conserva también la impronta española de la fundación, y bastaría por sí sola para testimoniar la fecundidad de aquella “Gran España” católica […].


Sin embargo, no es un misterio para nadie cómo también en las Filipinas se han manifestado recientemente vientos de contestación teológica al Magisterio del Papa. Por eso Benedicto XVI en su carta repite varias veces que la Universidad Santo Tomás “debe continuar” siendo aquello que siempre ha sido: parte de un magnífico patrimonio de cultura y civilización, que no debe ser perdido.


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Fuente: La Bussola Quotidiana


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 27 de enero de 2011

El encuentro de Asís del 2002, según el testimonio de Joseph Ratzinger

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Presentamos nuestra traducción de la reflexión, publicada en la revista 30Giorni en febrero de 2002, que el entonces cardenal Joseph Ratzinger,  Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, escribió luego de haber participado, el 24 de enero de ese año, en Asís, de la Jornada de oración por la paz en el mundo convocada por el Papa Juan Pablo II.

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Cuando el jueves 24 de enero, bajo un cielo cargado de lluvia, se movió el tren que debía conducir a Asís a los representantes de un gran número de Iglesias cristianas y comunidades eclesiales junto a los representantes de muchas religiones mundiales, para testimoniar y rezar por la paz, este tren me pareció un símbolo de nuestra peregrinación en la historia. ¿No somos, de hecho, tal vez todos pasajeros de un mismo tren? El hecho de que el tren haya elegido como su destino la paz y la justicia, la reconciliación de los pueblos y de las religiones, ¿no es tal vez una gran ambición y, al mismo tiempo, una espléndida señal de esperanza? En todos lados, pasando por las estaciones, acudió una gran multitud para saludar a los peregrinos de la paz. En las calles de Asís y en la gran tienda, lugar del testimonio común, fuimos nuevamente rodeados por el entusiasmo y por la alegría llena de gratitud, en particular de un numeroso grupo de jóvenes. El saludo de la gente estaba dirigido principalmente al hombre anciano vestido de blanco que estaba en el tren. Hombres y mujeres, que en la vida cotidiana con demasiada frecuencia se enfrentan unos a otros con hostilidad y parecen divididos por barreras insuperables, saludaban al Papa, que, con la fuerza de su personalidad, la profundidad de su fe, la pasión de ella deriva para la paz y la reconciliación, ha casi logrado lo imposible desde el carisma de su oficio: convocar juntos, en una peregrinación por la paz, a representantes de la cristiandad dividida y representantes de diversas religiones.


Pero el aplauso, dirigido sobre todo al Papa, expresaba también un consenso espontáneo para todos aquellos que con él buscaban la paz y la justicia, y era una señal del profundo deseo de paz que sienten los individuos frente a las devastaciones que nos rodean, provocadas por el odio y por la violencia. Aunque a veces el odio parece invencible y se multiplica sin pausa el espiral de la violencia, aquí, por un momento, se percibió la presencia de la fuerza de Dios, de la fuerza de la paz. Me vienen a la mente las palabras del salmo: “Con mi Dios escalaré los muros” (Sal. 18, 30). Dios no nos pone unos contra otros sino que, en cambio, Él, que es Uno, que es el Padre de todos, nos ha ayudado, al menos por un momento, a escalar los muros que nos separan, haciéndonos reconocer que Él es la paz y que no podemos estar cerca de Dios si estamos lejos de la paz.


En su discurso, el Papa citó otra piedra angular de la Biblia, la frase de la Carta a los Efesios: “Cristo es nuestra paz. Él hizo de los dos pueblos uno solo, derribando el muro de separación, la enemistad” (Ef. 2, 14). Paz y justicia son en el Nuevo Testamento nombres de Cristo (para “Cristo, nuestra justicia”, ver por ejemplo 1Cor 1, 30). Como cristianos no debemos esconder esta convicción: por parte del Papa y del Patriarca ecuménico la confesión de Cristo, nuestra paz, ha sido clara y solemne. Pero precisamente por esta razón hay algo que une más allá de las fronteras: la peregrinación por la paz y la justicia. Las palabras que un cristiano debe decir a aquel que se pone en camino hacia tales metas son las mismas usadas por el Señor en la respuesta al escriba que había reconocido en el doble mandamiento que exhorta a amar a Dios y al prójimo la síntesis del mensaje veterotestamentario: “Tú no estás lejos del reino de Dios” (Mc. 12, 34).


Para una comprensión del evento de Asís, me parece importante considerar que no se ha tratado de una auto-representación de religiones que serían intercambiables entre ellas. No se trató de afirmar una igualdad de las religiones, que no existe. Asís ha sido, más bien, la expresión de un camino, de una búsqueda, de la peregrinación por la paz que es tal sólo si va unida a la justicia. De hecho, allí donde falta la justicia, donde a los individuos se les niega su derecho, la ausencia de guerra puede ser sólo un velo detrás del cual se esconden injusticia y opresión.


Con su testimonio por la paz, con su compromiso por la paz en la justicia, los representantes de las religiones han emprendido, en el límite de sus posibilidades, un camino que debe ser para todos un camino de purificación. Esto vale también para nosotros, los cristianos. Hemos llegado realmente a Cristo sólo si hemos llegado a su paz y a su justicia. Asís, la ciudad de san Francisco, puede ser la mejor intérprete de este pensamiento. También antes de su conversión Francisco era cristiano, así como lo eran sus conciudadanos. Y también el victorioso ejército de Perugia, que lo envió prisionero y derrotado a la cárcel, estaba formado por cristianos. Fue sólo entonces, derrotado, prisionero, sufriente, que comenzó a pensar en el cristianismo de un modo nuevo. Y sólo después de esta experiencia le fue posible escuchar y comprender la voz del Crucificado que le habló en la pequeña iglesia en ruinas de san Damián, la cual, por eso, se convirtió en la imagen misma de la Iglesia de su época, profundamente dañada y en decadencia. Sólo entonces vio cómo la desnudez del Crucificado, su pobreza y su humillación extremas, estaban en contraste con el lujo y la violencia que antes le parecían normales. Y sólo entonces conoció verdaderamente a Cristo y entendió también que las cruzadas no eran la mejor manera de defender los derechos de los cristianos en Tierra Santa sino que, más bien, era necesario tomar a la letra el mensaje de la imitación del Crucificado.


De este hombre, de Francisco, que respondió plenamente a la llamada de Cristo crucificado, emana todavía hoy el esplendor de una paz que convenció al sultán y que puede abatir realmente los muros. Si nosotros, como cristianos, emprendemos el camino hacia la paz siguiendo el ejemplo de san Francisco, no debemos temer perder nuestra identidad: es precisamente entonces que la encontramos. Y si otros se unen a nosotros en la búsqueda de la paz y de la justicia, ni ellos ni nosotros debemos temer que la verdad pueda ser pisoteada por bellas frases hechas. No, si nosotros nos dirigimos seriamente hacia la paz, entonces estamos en el camino correcto porque estamos en el camino del Dios de la paz (Rom. 15, 32), cuyo rostro se ha hecho visible a nosotros, cristianos, por la fe en Cristo.


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Fuente: 30Giorni


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 26 de enero de 2011

Por qué Benedicto XVI irá a Asís

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Luego de que el Papa Benedicto XVI, en el primer día de este año, anunció su intención de viajar a Asís en el próximo mes de octubre con ocasión del 25º aniversario del encuentro de oración por la paz convocado en esa ciudad por Juan Pablo II, han sido muchos y diversos los comentarios que se han hecho sobre esta decisión. El vaticanista Paolo Rodari, pocos días después del anuncio, publicó este artículo en el cual presenta los diversos argumentos a favor y en contra. Es importante destacar que, por el momento, sólo ha sido anunciado el viaje del Pontífice y no cuál será la naturaleza del encuentro que allí se realice.

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Joseph Ratzinger irá a Asís en el próximo mes de octubre, veinticinco años después del encuentro de oración interreligioso por la paz convocado por Karol Wojtyla. En 1986 la reunión recibió diversas críticas, incluso dentro de la curia romana: “¿No se abre así el camino al indiferentismo y al relativismo religioso?”, era el juicio de muchos, según algunos también el del entonces prefecto del ex-Santo Oficio. ¿Y hoy? ¿Por qué Benedicto XVI va a Asís? ¿No se alimenta de este modo la idea de que una religión vale lo mismo que otra? Y también: ¿es correcto dialogar con el Islam sin un explícito compromiso al reconocimiento de la libertad religiosa para los cristianos en los países musulmanes?


El historiados Giovanni Maria Vian dirige L’Osservatore Romano. Dice: “La decisión de ir a Asís es una consecuencia lógica de la línea que el Papa ha tenido siempre, desde la elección, sobre las relaciones con las otras religiones: confrontación amistosa y, al mismo tiempo, insistencia en la necesidad de que sea garantizada a todos la posibilidad de ser ellos mismos, en resumen, la libertad religiosa. Asís, en este sentido, es un evento simbólico, que sin embargo dio lugar a interpretaciones equivocadas y aclaradas con la declaración Dominus Iesus, del 2000. Y en el 2002 fue el cardenal Ratzinger quien acompañó al Papa a la ciudad de san Francisco. El 20 de abril de 2005, al otro día de la elección, Benedicto XVI pidió «un diálogo abierto y sincero» con las otras culturas y religiones. El 20 de agosto del mismo año, en Colonia, se encontró con algunos musulmanes y les pidió lo mismo. Les dijo: «Nosotros queremos buscar las vías de la reconciliación y aprender a vivir respetando cada uno la identidad del otro. La defensa de la libertad religiosa, en este sentido, es un imperativo constante, y el respeto de las minorías una señal indiscutible de verdadera civilización». Después de Colonia, en el 2006, estuvo Ratisbona. El centro de la lectio papal no fue el Islam sino el vínculo entre fe y razón. En mi opinión, en aquella ocasión el Papa fue instrumentalizado. Su línea, en cambio, era la de siempre: «Nemo impediatur, nemo cogatur», dijo Pablo VI sintetizando la Dignitatis humanae. Es decir, «ninguno sea impedido, ninguno sea obligado». En este sentido, es importante que todos gocen de una efectiva libertad de religión. Pero es importante también el diálogo. Asís es todo esto”.


Dice al respecto Antonio Socci: “Pienso que Asís es, en cierto sentido, una realización de Ratisbona, digamos que es la otra cara de la moneda. En Alemania el Papa dijo la verdad: no puede haber fe sin razón. Pero lo dijo tendiendo la mano al Islam. Esta mano tendida, sin embargo, no fue acogida. Esto es lo que Ratzinger hace hoy en Asís. Vuelve a tender la mano, aunque sin renegar de la verdad”.


Según algunos críticos, y no sólo en el área más tradicionalista de la Iglesia, rezar juntos puede crear confusión y corre el riesgo de diluir las diferentes identidades, la identidad católica a la cabeza. Dice todavía Vian: “Todo encuentro entre religiones presenta riesgos. Todo depende, sin embargo, de cómo es pensado y presentado. Ratzinger, obviamente, sabe lo que hace. No olvidemos que fue él quien firmó la declaración Dominus Iesus dedicada a la unicidad y a la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia. Era la doctrina del Vaticano II y de siempre. Una doctrina inequívoca. En Asís todo esto estará bien presente”. En la curia muchos recuerdan cuando Ratzinger fue a Asís en el 2002 para una reedición del encuentro de 1986. Acompañó a Wojtyla. A la vuelta dijo a Andrea Riccardi, jefe de la Comunidad de San Egidio que desde el ’86 había seguido convocando anualmente a los líderes religiosos: “Estoy muy contento. Todo se ha llevado a cabo de la manera correcta”. Una vez en Roma, Ratzinger escribió sus reflexiones para la revista 30Giorni, y parecen una respuesta indirecta a aquellas críticas. Explicó que Asís era “una espléndida señal de esperanza”. Dijo que los cristianos “no deben temer” encuentros similares porque Asís no era “una autorepresentación de religiones que serían intercambiables entre ellas. No se ha tratado de afirmar una igualdad de las religiones, que no existe. Asís ha sido, más bien, la expresión de un camino y de una búsqueda por la paz que es tal solo si va unida a la justicia”.


En pocas palabras: bienvenido sea Asís con tal que los buenos propósitos sean acompañados por la afirmación de los derechos de cada uno. También “la ausencia de guerra”, escribió el Papa, “puede ser sólo un velo detrás del cual se esconden injusticia y opresión”.


De todos modos, todavía hoy Asís sigue siendo un tema que hace discutir mucho en el Vaticano. No todos, también dentro la curia, lo digieren. Fuera de la curia, los más acérrimos enemigos de Asís son los lefebvristas. En las pasadas horas, monseñor Bernard Fellay, superior de la Fraternidad San Pío X, dijo: “Un escalofrío me pasó por columna vertebral cuando supe que el Papa irá a Asís. Se busca negar lo que ocurrió la primera vez”. ¿Qué cosa? La acusación es la que hizo en primer lugar Marcel Lefebvre. Fue él quien, en 1986, dos años antes de la excomunión papal, insistió en una acusación de la cual las reuniones sucesivas buscaron enmendarse: el sincretismo. Fue en aquellos días que se difundió una foto que impresionó a muchos: un santuario con una estatua de Buda sobre el altar de la iglesia de san Pedro, sobre las reliquias del mártir Vittorino, asesinado 400 años después de Cristo para dar testimonio de su fe.


Ayer, en Il Foglio, algunos católicos han pedido al Papa no reavivar, yendo a Asís, las confusiones sincretistas. Filippo Di Giacomo escribe en L’ Unità y firmaría el llamamiento del Foglio. Dice: “Es difícil entender por qué el Papa va a Asís. Sin duda hay una estructura de diálogo oficial en la Iglesia que siente la necesidad de ser visible por medio de la realización de este tipo de gestos. Pero la pregunta de fondo permanece: ¿de qué sirven estos encuentros? ¿Qué dejan? Más allá del riesgo de que haya, incluso en la Iglesia, quien piense que Dios es alguien que tiene un nombre que cambia según la religión que se profesa, hay un elemento muy concreto que no debe ser subvalorado. Y es el hecho de que encuentros como el de Asís muestran a los ojos de los fieles de otras religiones un catolicismo débil, gentil, que hace preguntar: ¿no es que toda este florecimiento de mártires cristianos es un fruto perverso de esta estación dialogante?”.


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Fuente: Palazzo Apostolico

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 24 de enero de 2011

La Nueva Evangelización, bajo el signo de la Sagrada Familia

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El Arzobispo Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, concedió recientemente una entrevista a L’Osservatore Romano sobre la realidad que debe afrontar su dicasterio y sobre algunos aspectos de su labor. Presentamos nuestra traducción en lengua española.

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¿Qué mensaje ha querido dar el Papa instituyendo un dicasterio para promover la nueva evangelización?


Es necesaria una premisa. La fundación del dicasterio se plantea como conclusión ideal de un camino que comenzó con el Vaticano II. En la mente de Juan XXIII debía ser un concilio capaz de hablar de Dios al mundo contemporáneo. No por casualidad, en el discurso inaugural, el Papa Roncalli recordó que los contenidos del mensaje cristiano no cambian nunca; lo que cambia, en todo caso, es el modo de transmitirlos, para que el mundo contemporáneo pueda comprenderlos sin malentendidos. Es un camino que parte de la Dei Verbum y continúa luego con la Lumen gentium. La Iglesia, custodia de la Palabra de Dios, la transforma en luz de los pueblos, como recordó Benedicto XVI en la Misa del día de la Epifanía. Y no olvida que es ad gentes, es decir, en misión continua. También hoy se pone en diálogo con el mundo contemporáneo. Y es consciente de que debe encontrar formas nuevas para este diálogo, de modo que sea más comprensible al hombre de hoy. Por lo tanto, el de la nueva evangelización es un camino marcado por el Vaticano II que llega a su consumación – como el Papa quiso hacernos entender – pero para repartir hacia nuevos horizontes.

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Después de la asamblea conciliar, en 1973 Pablo VI convocó el Sínodo de los obispos sobre la evangelización y en 1974 publicó la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi. ¿Se trataba ya de indicaciones precisas sobre el camino a seguir?


La Evangelii nuntiandi es un documento fundamental en la vida de la Iglesia. Conserva también en nuestros días toda su actualidad. Por otro lado, Benedicto XVI cita varias veces este documento en la carta con la cual ha instituido nuestro dicasterio. Por lo tanto, debe ser considerado sin duda una etapa importante en el camino hacia la creación del nuevo pontificio consejo.

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Luego vino Juan Pablo II, que con su intuición profética acuñó la expresión “nueva evangelización”.


No sólo. En todo el conjunto de su pontificado, el Papa Wojtyla continuó centrándose en la nueva evangelización, que en algún contexto ha sido ampliamente puesta en marcha. Todo esto, en la continuidad del magisterio pontificio, conduce como consecuencia directa a nuestro dicasterio. Benedicto XVI lo instituyó con la tarea peculiar de repensar y aplicar la nueva evangelización, involucrando a todo el episcopado mundial.

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¿Qué significa esto?


Se trata de la tarea principal de este pontificio consejo. Y es particularmente importante porque significa la constante búsqueda de la confrontación con las conferencias episcopales. También ellas están llamadas a constituir dentro de sus estructuras una oficina similar a la nuestra. Un trabajo que asumirá toda su relevancia en la preparación y en el desarrollo del Sínodo de los obispos 2012, dedicado precisamente al tema de la nueva evangelización.

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¿Esto incluye también a los otros dicasterios de la Curia Romana?


Ciertamente. La evangelización recorre transversalmente todo el servicio que la Curia desarrolla para el Papa y para la Iglesia. Y no podría ser de otra manera, dado que se trata del corazón mismo de la misión de la Iglesia. El Papa es el primero en anunciar el Evangelio. Luego están los obispos, con el propio presbiterio, con los religiosos, las religiosas, los laicos. Por lo tanto, es inevitable que, en el servicio que la Curia hace al Papa, la evangelización esté en el primer puesto. Es evidente que hay algunos dicasterios con los cuales estaremos llamados a colaborar más estrechamente en un espíritu de complementariedad. Pienso, por ejemplo, en el Pontificio Consejo para la Cultura, que ha abierto un espacio, el “patio de los gentiles”, para poder plantear la cuestión de Dios a quien está lejos. Nuestro dicasterio, sin embargo, se debe mover en otro frente. Nosotros estamos llamados a anunciar nuevamente a Cristo, a volver a proponer el Evangelio a quien ya tiene la fe. Estamos llamados a revigorizar el espíritu misionero: el espíritu que lleva hacia los muchos cristianos que se han vuelto por desgracia indiferentes, hacia los muchos bautizados que hoy han perdido la fe.

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¿Pero cómo moverse en un mundo como el actual, caracterizado por situaciones sociales y religiosas tan diversificadas?


Ciertamente, en una fase de globalización como la que estamos viviendo es difícil pensar que los grandes problemas de las metrópolis del mundo no sean iguales. Hablo de todos los problemas: por lo tanto, también el de la fe que debe ser revigorizada o reconstruida. Trataremos, en primer lugar, de hablar a los cristianos de las Iglesias de más antiguo origen. Es por eso que Occidente es más fácilmente identificado como objetivo principal de nuestra misión. Hablamos de cristianos y de Iglesias que viven en territorios plasmados por el cristianismo.

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¿Está aquí la diferencia con el dicasterio misionero de Propaganda Fide?


Evidentemente se trata de tareas diversas. Propaganda Fide debe llevar el primer anuncio. Así como de primer anuncio se trata para el dicasterio de la cultura, a través de aquel particularísimo modo expresado a través de los instrumentos cognoscitivos propios de la filosofía, del arte y así sucesivamente. Diría que nuestra tarea es mucho más ad intra: un compromiso capilar que va desde las comunidades parroquiales hasta las diversas realidades que trabajan en la Iglesia con el deseo de dar testimonio de la propia fe.

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¿Hay diferencia entre el acercamiento a una sociedad secularista y el acercamiento a una sociedad secularizada?


El secularismo es el apéndice del fenómeno de la secularización, se podría decir que es su extremización. Es cierto, se necesita distinguir las dos dimensiones. La secularización como tal es un fenómeno muy complejo; el secularismo, en cambio, es aquella extremización que ha llevado a formas de relativismo, de autonomía exasperada que el hombre considera tener y que termina por alimentar sólo el derecho individual, olvidando la responsabilidad social. Se reclaman derechos que no existen en fuerza de la presunta autonomía de todos y de todo, en primer lugar de Dios mismo.

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¿Cómo responderá su dicasterio a estos desafíos?


En primer lugar, trataremos de tener un panorama completo de las diversas iniciativas – y son ya muchas – que están en acto en la Iglesia en los cinco continentes. Sabemos que hay grupos y movimientos muy bien organizados, nacidos en tiempos de Juan Pablo II con el intento de promover y sostener la nueva evangelización. Muchos de estos, por ejemplo, ya trabajan en las universidades, en los campus, sobre todo en los Estados Unidos. Hay otras realidades similares, nacidas en América latina y ya difundidas en otros continentes, también en algunos países europeos. Hay una gran riqueza de movimientos laicales que tienen como objetivo específico la nueva evangelización. Existen planes pastorales diocesanos dedicados a este objetivo. Pero todo esto es, más bien, fragmentario. El primer objetivo del dicasterio, por lo tanto, es conocer la realidad sobre el terreno para armonizar y sostener los esfuerzos de todos, superando la fragmentación y promoviendo una gran unidad. El intento es el de favorecer la complementariedad de cada grupo. El mundo de hoy tiene necesidad de signos, y de signos unitarios: signo de unidad es precisamente el testimonio de una Iglesia que procede en el camino de la nueva evangelización. Por lo tanto, trabajar juntos, aunque en el respeto y en la valorización del carisma de cada uno.

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¿Cómo hará para realizar este trabajo de conocimiento capilar?


Tengo intención de ir a conocer estos organismos en la realidad en la que trabajan. Ya he visitado muchísimos países, he tenido importantes reuniones con diversos obispos. Hemos comenzado a trabajar cuando todavía no teníamos físicamente una sede. Mi agenda para el 2011 está ya llena hasta todo junio. Estaré en viaje continuamente por el mundo, con el fin de encontrar a los protagonistas de la nueva evangelización y de afrontar con ellos discusiones de trabajo y debates públicos.

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¿Ha podido verificar interés y expectativas por los primeros pasos de este dicasterio?


Diría que sí. He recogido muchas voces positivas en torno a este acontecimiento. Hay mucha expectativa, no sólo en la Iglesia, y mucha curiosidad, no sólo en el mundo.

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¿Hay una imagen simbólica que representa la actividad del nuevo organismo?


He elegido la Sagrada Familia de Antonio Gaudí, representada en su proximidad con la metrópolis española. Despunta en el corazón de la ciudad secularizada y quiere representar un mensaje muy concreto. Es una invitación a usar un lenguaje nuevo para llenar el espacio que, sin la Iglesia, quedaría como un vacío en el corazón mismo de la ciudad. Pero debe ser un lenguaje en continuidad con todo aquello que nos ha precedido, con lo que constituye el rico patrimonio de nuestra fe. La Sagrada Familia es, de hecho, una catedral moderna. Todos, sin embargo, la reconocen como iglesia porque ha conservado en sí todas las características esenciales que, desde hace casi dos mil años, encuentran expresión en el arte sacro. Estoy convencido de que una ciudad sin el signo de la presencia de quien anuncia el Evangelio, invitando a los hombres a no detenerse en la dimensión horizontal de la existencia sino a dirigir la mirada hacia lo alto, es una ciudad que tiene dentro de sí un profundo vacío. Porque no está abierta a la esperanza. No queremos que nuestros contemporáneos adviertan este vacío. Por eso, estamos convencidos de que no debe nunca faltar quien anuncia al hombre el sentido profundo de la vida, testimoniando la novedad de Jesucristo.

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Es un vacío que se advierte cada vez más claramente en el viejo continente.


En la era de la globalización es difícil hablar de viejos y nuevos continentes. Ciertamente la referencia es a Europa; y es evidente que ella tendrá, de parte nuestra, una atención particular, aunque sólo fuese porque también físicamente es más cercana. En Europa advertimos dramáticamente una creciente cristianofobia que se manifiesta incluso en países de antigua tradición cristiana. Nos preocupa mucho. Por lo tanto, sentimos más la necesidad de estar presentes y de hacer reconocer la misión de la Iglesia por lo que es realmente, no por cómo es a menudo presentada de manera distorsionada.

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¿Estáis pensando también en modos nuevos de difundir el Evangelio?


Ciertamente. Aquí hay otro terreno de colaboración y de corresponsabilidad con los dicasterios de la Curia, en este caso con el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales. Debemos proceder juntos. Estamos trabajando y las ideas no faltan.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 21 de enero de 2011

Santa Inés y el fiel servicio de algunas religiosas

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Los lavan, los secan, los alimentan, los abrazan, los adornan festivamente. Quienes se ocupan de los dos corderos que el viernes 21 de enero, memoria litúrgica de santa Inés, serán presentados al Papa – y cuya lana será usada para confeccionar los sagrados palios – son las hermanas de la Sagrada Familia de Nazareth, que desde hace casi 130 años desarrollan esta singular y discreta tarea. Un encargo que se inserta en el carisma de la congregación – como nos ha dicho la superiora María Solecka - es decir, el de vivir según el estilo de la Sagrada Familia, en el ocultamiento y en el servicio a la Iglesia. Habla de esto en esta entrevista a nuestro periódico sor Hanna Pommianowska, una de las religiosas que viven desde hace más tiempo en la comunidad romana del Esquilino.

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¿Desde hace cuántos años os ocupáis de la preparación de los corderos?


Comenzó nuestra madre fundadora, la beata Frances Siedliska, en 1884. En aquel tiempo, eran las hermanas de otra congregación que se ocupaban de la preparación de los corderos para la fiesta de santa Inés, pero se trataba de una comunidad de religiosas ya ancianas. Su casa estaba al lado de la que la Siedliska abrió en el Esquilino, en Roma. Dado que nuestra primera comunidad estaba formada por muchas jóvenes, aquellas hermanas preguntaron a la superiora si estaba dispuesta a asumir aquella tarea. Y ella aceptó con gusto. Desde entonces, la tradición se repite: salvo algunos años en el período de la segunda guerra mundial, nos hemos encargado siempre de preparar los corderos para el rito.

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¿Qué ocurre cuando recibís los corderos?


El 20 de enero de cada año los trapenses de las Tre Fontane nos traen los dos corderos. Apenas los recibimos, los llevamos al último piso de nuestra casa, donde tenemos una gran terraza con la lavandería. Podéis imaginar que se convierten en la alegría de toda la comunidad, especialmente de las hermanas más jóvenes. La hermana encargada del cuidado de los dos corderos es Wanda Baran que, desde que llegó a Roma en los años de la segunda guerra mundial, se ocupa de ellos. En general es ayudada por otras tres o cuatro religiosas. Lo primero que hacemos es lavarlos. Los ponemos en un lavadero y con el jabón para niños eliminamos delicadamente la suciedad. Luego los secamos: antes se hacía con paños, ahora con el secador de pelo. Somos muy cuidadosas en no dejar húmedo su pelo porque son pequeños y podrían enfermarse. Por eso calentamos bien el ambiente. Después de secarlos, los ponemos dentro de una tina recubierta de paja y cerrada con telas, para que no tomen frío. Les damos de comer heno y en ese momento están listos para transcurrir la noche en la lavandería.

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¿De qué modo son adornados?


En la mañana siguiente es decir, el día de la fiesta de santa Inés, les ponemos una especie de capa sobre el lomo. Para un cordero es de color rojo, en recuerdo del martirio de la santa; para el otro es blanco, en recuerdo de su virginidad. Sobre las dos capas hay tres letras: por una parte, s.a.v., que es por santa Inés virgen; y por otra, s.a.m., es decir, santa Inés mártir. Luego entrelazamos dos coronas de flores – una de color rojo y una blanca – y se las ponemos sobre la cabeza. Les ponemos también moños en las orejas. Después de esta suerte de vestición, los dos corderos son puestos juntos dentro de una cesta. Nos vemos obligadas a atarlos para evitar que escapen: de hecho, una vez he visto a un cordero dar un salto y escapar del altar. Los dos animales están así listos para la ceremonia.

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¿Qué sucede luego?


Hacia las nueve de la mañana vienen algunos empleados de la basílica Lateranense, que llevan los dos corderos a Santa Inés Extramuros, en la vía Nomentana. Apenas llegan allí, son puestos sobre el altar de la santa y bendecidos con el tradicional rito. Terminada la ceremonia en la basílica de santa Inés, algunos sediarios pontificios llevan con un vehículo los dos corderos al Palacio Apostólico, donde son presentados al Papa.

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¿Vosotras estáis presentes también en el rito en el Vaticano?


Dos de nuestras hermanas, aquellas que en general festejan el jubileo de profesión religiosa, son admitidas en la capilla de Urbano VIII del Palacio Apostólico, en presencia del Papa, donde asisten personalmente a la ceremonia.

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¿Qué otras actividades lleváis a cabo en comunidad?

Somos 15 hermanas en la casa madre de Roma. Tenemos un jardín de infantes compuesto por dos clases divididas por edad. Podéis imaginar que la llegada de los corderos se convierte en una fiesta para todos los niños, pero no sólo, porque el acontecimiento es seguido también por los habitantes del barrio. La gente se amontona en torno a la casa para ver los dos corderos. No es la multitud que acudía cuando llegué aquí a Roma, en 1947, pero se trata, no obstante, de una tradición todavía muy sentida.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 19 de enero de 2011

Católicos, ortodoxos y el rol del Obispo de Roma

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The REAL TRUTH -December 2008

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Presentamos nuestra traducción de un artículo del Padre Andrea Palmieri, del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, sobre el estado actual de las relaciones entre católicos y ortodoxos, y sobre los próximos pasos del diálogo teológico oficial entre las Iglesias.

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El diálogo teológico, llevado a cabo por la Comisión mixta internacional entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto, ha experimentado algunas dificultades pero, gracias a la firme voluntad de proseguir en la búsqueda de la superación de los obstáculos todavía existentes, expresada por todos sus miembros, no se ha detenido.


La comisión, que está compuesta por dos representantes de cada una de las catorce Iglesias ortodoxas autocéfalas (Patriarcado ecuménico, Patriarcados de Alejandría, Antioquia, Jerusalén, Moscú, Serbia, Rumania, Bulgaria, Georgia, Iglesias de Chipre, Grecia, Polonia, Albania y de las Tierras de República Checa y Eslovaquia) y por otros tantos representantes de la Iglesia católica, se encontró en Viena desde el 20 hasta el 27 de septiembre de 2010, bajo la presidencia del entonces arzobispo Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y del metropolita de Pérgamo, Ioannis (Zizioulas), del Patriarcado ecuménico. La reunión de Viena fue la XII sesión plenaria de la Comisión, cuya institución fue oficialmente anunciada con la Declaración común firmada por el Patriarca ecuménico Dimitrios I y por Juan Pablo II al final de la visita de este último al Fanar, el 30 de noviembre de 1979. La hospitalidad ofrecida por la arquidiócesis de Viena ha sido generosa, y preciosa se ha demostrado también la colaboración de la Fundación Pro-Oriente.


La sesión plenaria de Viena estuvo dedicada al estudio, ya comenzado en la precedente sesión de Chipre (2009), de la cuestión del rol del obispo de Roma en la comunión de la Iglesia en el primer milenio, sobre la base de un texto elaborado por el Comité mixto de coordinación en el 2008. Con este texto – que, con una metodología fundamentalmente de tipo histórico, tomaba en consideración los elementos históricos más relevantes – se quería proseguir la reflexión sobre el tema del primado en la Iglesia universal, inaugurada con la sesión plenaria de Rávena (2007). En aquella sede, de hecho, la Comisión había aprobado y publicado un documento con el título “Las consecuencias eclesiológicas y canónicas de la naturaleza sacramental de la Iglesia: comunión eclesial, conciliaridad y autoridad”, en el cual católicos y ortodoxos afirmaban juntos, por primera vez, la necesidad de un primado al nivel de la Iglesia universal y concordaban en que este primado correspondía a la sede de Roma y a su obispo, mientras que reconocían todavía abierta la cuestión relativa a la modalidad de ejercicio del primado, a los fundamentos escriturísticos y a las interpretaciones históricas.


Basándose en las importantes afirmaciones del documento de Rávena, la Comisión había elaborado un proyecto de trabajo, según el cual la atención se habría concentrado en el primer milenio, cuando los cristianos de Oriente y Occidente estaban unidos.


Durante la reunión de Viena, la Comisión prosiguió el análisis atento y cuidadoso de los hechos históricos y de los testimonios relativos al tema en cuestión. La búsqueda de una interpretación compartida de tales datos se ha revelado una tarea muy compleja, que ha requerido estudio profundizado y diálogo paciente. A pesar del esfuerzo, no fue posible encontrar un acuerdo para la publicación de un documento común. Algunos miembros expresaron su perplejidad frente a la posibilidad de aprobación de un texto de carácter esencialmente histórico por parte de una Comisión teológica. Ellos, como teólogos y pastores, no se sentían suficientemente competentes para expresar juicios sobre cuestiones históricas bastante complejas sobre las cuales a menudo no hay unanimidad ni siquiera entre los especialistas en la materia. Otros miembros, en cambio, subrayaron que, para permanecer fieles al mandato contenido en el documento de Rávena, era necesario examinar no sólo el rol del obispo de Roma sino también el de los concilios.


Después de una larga discusión, la delegación católica aceptó considerar el texto en examen como un instrumento e trabajo que podrá resultar útil en las próximas etapas del diálogo cuando se afronte el tema del primado desde una perspectiva más teológica. Al mismo tiempo, se decidió de común acuerdo dar vida a una sub-comisión mixta que comience a estudiar los aspectos teológicos y eclesiológicos del primado en relación con la sinodalidad y que deberá sucesivamente someter el propio trabajo al Comité mixto de coordinación en vista de la redacción de un nuevo documento.

En los meses sucesivos, los dos presidentes de la Comisión mixta, el cardenal Koch y el metropolita Ioannis, pudieron concordar en algunos aspectos prácticos concernientes a la nueva sub-comisión mixta, como, por ejemplo, el número de miembros, el método de trabajo, las fechas. A la luz del sustancial acuerdo logrado en cada uno de estos puntos, se puede prever que esta sub-comisión llevará a término su tarea en un tiempo razonablemente breve.

En esta perspectiva, el resultado de la sesión plenaria de Viena no puede ser considerado un retroceso. La opción de proseguir el diálogo adoptando una perspectiva más teológica representa una posibilidad para reflexionar con mayor profundidad sobre el tema del primado. Además, el gran trabajo llevado a cabo por el estudio y la interpretación común de las fuentes del primer milenio relativas al rol del obispo de Roma será precioso para la elaboración de un documento teológico sobre primado y sinodalidad.


El trabajo de de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico se desarrolla en el panorama de relaciones eclesiales entre católicos y ortodoxos, caracterizadas, en el curso del año que ha pasado, por un clima positivo. Entre los numerosos ejemplos que se podrían citar, deben ser recordados al menos dos eventos de particular relevancia: las Jornadas de espiritual ortodoxa rusa en el Vaticano, que se llevaron a cabo el 17 y el 18 de mayo, con la presencia en Roma del metropolita Hilarion, presidente del Departamento para las relaciones eclesiásticas externas del Patriarcado de Moscú, durante las cuales el Patriarca Kirill quiso ofrecer un concierto a Benedicto XVI con ocasión del quinto aniversario de su elección al solio pontificio; el encuentro de Benedicto XVI con el arzobispo de Nueva Justiniano y todo Chipre, Chrysostomos, y los miembros del sínodo de la Iglesia ortodoxa de Chipre, durante el viaje apostólico del Santo Padre a la isla, del 4 al 6 de junio, el primero de Benedicto XVI a una nación de mayoría ortodoxa. Recordando el viaje a Chipre en la alocución a la Curia Romana, el 20 de diciembre de 2010, el Papa afirmó significativamente: “La hospitalidad de la Iglesia ortodoxa, que experimentamos con enorme gratitud, permanece inolvidable. Si bien la comunión plena no nos ha sido todavía concedida, hemos constatado con alegría que la forma básica de la Iglesia antigua nos une unos a otros profundamente: el ministerio sacramental de los Obispos como portadores de la tradición apostólica, la lectura de la Escritura según la hermenéutica de la Regula fidei, la comprensión de la Escritura en la multiforme unidad centrada en Cristo, que se ha desarrollado gracias a la inspiración de Dios, y, en fin, la fe en el puesto central de la Eucaristía en la vida de la Iglesia”.


Las buenas relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa han favorecido también encuentros y diálogos a nivel local. Piénsese, sólo por dar un ejemplo, en el II Forum católico-ortodoxo sobre el tema “Relaciones Iglesia-Estado: perspectivas teológicas e históricas”, promovido por las Conferencias episcopales católicas de Europa y por representantes de las Iglesias ortodoxas presentes en Europa, y llevado a cabo en el pasado mes de octubre en la isla de Rodas, gracias a la generosa hospitalidad del Patriarcado ecuménico. Los trabajos del Forum contribuyeron a tomar conciencia de las convergencias ya existentes sobre cuestiones sociales y éticas de importancia crucial para el presente y el futuro de Europa y de la humanidad, y de la importancia de un compromiso común para revitalizar el patrimonio de los valores cristianos, aplicándolos a las exigencias y a las necesidades actuales de la sociedad europea. Basándose en la gran cercanía de las respectivas doctrinas morales y sociales es ya desde ahora posible, y fuertemente deseable, que católicos y ortodoxos emprendan juntos proyectos concretos de colaboración para el sostenimiento de los valores de inspiración cristiana que constituyen la matriz de la civilización y de la cultura europeas.


La búsqueda de la plena comunión entre las dos Iglesias, que es el objetivo último al cual el diálogo teológico tiende, ha encontrado en estos últimos tiempos un nuevo estímulo en la conciencia común de deber afrontar juntos los urgentes desafíos planteados por la actual sociedad secularizada, a veces hostil al mensaje cristiano. En el mensaje dirigido al Patriarca ecuménico Bartolomé con ocasión de la fiesta de san Andrés, el pasado 30 de noviembre, Benedicto XVI afirmó: “En un mundo marcado por una creciente interdependencia y solidaridad, estamos llamados a proclamar con renovada convicción la verdad del Evangelio y a presentar al Señor resucitado como la respuesta a los interrogantes y aspiraciones espirituales más profundos de los hombres y las mujeres de hoy. Para tener éxito en esta gran tarea, debemos seguir avanzando en el camino hacia la plena comunión, mostrando haber unido ya nuestros esfuerzos por un testimonio común del Evangelio frente a los hombres de nuestro tiempo”. Con esta convicción, la Iglesia católica continúa, en diálogo con la Iglesia ortodoxa, su compromiso por la restauración de la plena unidad visible entre todos los creyentes en Cristo.


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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 18 de enero de 2011

La alegría de Polonia: una entrevista a Stanislaw Dziwisz

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Presentamos una entrevista, publicada en el periódico italiano Avvenire, al cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia y por cuarenta años secretario del Papa Juan Pablo II.

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Visiblemente emocionado, el cardenal Stanislaw Dziwisz levanta sus ojos del escritorio y me presenta el texto de la carta que ha terminado de escribir. Apenas ha pasado el mediodía, la lluvia golpea insistente las grandes ventanas del palacio arzobispal de la calle Franciszkanska mientras desde Roma llega el anuncio de la beatificación de Juan Pablo II. Y el primer gesto afectuoso y espontáneo del ex-secretario de Karol Wojtyla, llamado a tomar su puesto en la cátedra de Cracovia, ha sido enviar una carta de agradecimiento a Benedicto XVI. “Con gran conmoción quisiera expresar nuestra gratitud a Vuestra Santidad por el decreto que anuncia la tan esperada beatificación de Su predecesor”, escribió el cardenal.


“Estoy inmensamente feliz pero al mismo tiempo me siento intimidado frente a este anuncio”, dice sumisamente aquel que para todos sigue siendo “don Stanislao”, la sombra fiel y atenta de Karol Wojtyla por más de cuarenta años. Me confiesa que su alegría es todavía más grande porque Benedicto XVI quiso fijar la ceremonia de beatificación el próximo primero de mayo, fiesta de la Divina Misericordia.

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Eminencia, dicen que ha sido usted quien sugirió esta fecha. ¿Cuáles son los motivos?


Sí, es cierto, lo he pedido al Santo Padre y le estoy particularmente agradecido por su decisión. Hay un motivo espiritual y es que toda la vida terrena del Siervo de Dios Karol Wojtyla se ha desarrollado en la entrega a la Divina Misericordia y se ha concluido en la vigilia de la fiesta de este misterio, que él mismo había instituido. Gracias a su beatificación resplandecerá de nuevo, de modo poderoso, la bondad de Dios hacia los hombres. Y luego hay un motivo más terreno, de tipo logístico: este año la fiesta de la Divina Misericordia cae el primero de mayo, cerca de la fiesta nacional polaca del 3 de mayo, un fin de semana largo que permitirá a mis compatriotas dirigirse a Roma para participar en la ceremonia de beatificación de nuestro queridísimo Juan Pablo II.

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¿Qué cambia después de este anuncio?


Siempre he estado convencido de la santidad de Karol Wojtyla y, en este sentido, la noticia de su próxima beatificación la veo como un sello autorizado de lo que he visto y vivido a su lado. Ahora estamos todos autorizados a dirigirnos a él para que interceda ante Dios. Yo lo hago cotidianamente desde el día de su muerte y de ahora en adelante lo haré con mayor intensidad y devoción.

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¿Cuál era el secreto de su santidad?

Era un hombre inmerso en Dios. Contemplativo y misionero, así lo definió una vez el Papa Ratzinger, que fue su más estrecho y confiado colaborador. Aquí está el secreto de su vida y también de su pontificado: en el modo en que rezaba, en todas partes, en toda condición, con gran sencillez y naturalidad. Aquí tenía origen su capacidad de acción así como su fascinación humana y espiritual.

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Parece que ya sabemos todo de Juan Pablo II. En su opinión, ¿hay todavía algo por descubrir de su personalidad?


He tenido la suerte de estar junto a él por más de cuarenta años pero debo admitir que no conozco todavía bien toda su riqueza interior. Pensamos sólo en sus gestos de Pontífice. Después de tantos años redescubrimos su gran valor no sólo para los creyentes sino para toda la humanidad.

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¿Alude a la decisión de Benedicto XVI de celebrar un gran encuentro interreligioso en Asís en el 25º aniversario del encuentro que fue querido por Juan Pablo II?


Es un ejemplo muy significativo de la gran herencia que nos ha dejado. No es cierto que el entonces cardenal Ratzinger estuviese en contra, su mirada coincidía con la de Juan Pablo II. Y lo ha confirmado ahora, convocando una oración por la paz con todos los exponentes religiosos, en un momento particularmente difícil para tantos cristianos perseguidos en varias partes del mundo.

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Ya se habla de las reliquias del beato Juan Pablo II. ¿Es cierto que existe una ampolla de su sangre?


Sí, la pedí a los médicos del Policlínico Gemelli el 2 de abril de 2005, poco antes de que muriera. Una reliquia preciosa que podrá ser venerada en el Santuario dentro del Centro dedicado a Juan Pablo II que se está construyendo aquí en Cracovia.

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Está quien quisiera que fuese trasladado a Polonia el corazón de Wojtyla, como el de Chopin…


Personalmente estoy en contra del desmembramiento de sus restos mortales, que deberán permanecer en San Pedro, en Roma, objeto de veneración de todos los fieles.

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Eminencia, ¿qué tipo de evento será la ceremonia de beatificación de Juan Pablo II?


Pienso que será una gran fiesta de la comunión del pueblo de Dios y un testimonio de alegría y de esperanza para toda la humanidad.

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Fuente: Avvenire


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 17 de enero de 2011

El Cardenal Amato despeja dudas y aclara cuestiones

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Luego del anuncio de la próxima beatificación del Venerable Juan Pablo II, el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, concedió tres interesante entrevistas a medios italianos (Famiglia Cristiana, Avvenire y L’Osservatore Romano), en las que aclaró muchas cuestiones referentes al proceso del Papa Wojtyla y en las que trató otros temas como los procesos de beatificación de otros Pontífices. Para evitar la repetición que implicaría la publicación de las tres entrevistas, presentamos una selección del contenido de las mismas, conforme a los distintos temas que el Cardenal Amato ha tratado con estos medios.

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Facilitaciones en la causa de Juan Pablo II


Esta causa se ha concluido casi en tiempo record. ¿La rapidez no ha ido en detrimento del rigor y de la precisión, no tanto del proceso sino en el posible juicio de un personaje complejo?


Es cierto que la causa ha sido muy veloz. Sin embargo, ha tenido dos facilitaciones. La primera ha sido el hecho de que Benedicto XVI concedió enseguida la dispensa de los cinco años de espera prescritos. Por lo tanto, la causa comenzó casi inmediatamente después de la muerte de Juan Pablo II. La segunda ha sido una suerte de vía preferencial: habiendo tenido la derogación, la causa se encontró sin una lista de espera delante, por lo que pudo proceder sin el impedimento de otros procedimientos en curso.


La diligencia, que ha sido máxima, ha estado unida con una gran solicitud, una gran profesionalidad por parte de la postulación en la preparación de la así llamada Positio sobre el ejercicio heroico de las virtudes y sobre la vida, y también en la preparación de las respuestas a eventuales objeciones. Todo esto fue ejecutado con gran escrúpulo por la postulación, por lo que el 19 de diciembre de 2009 el Papa pudo firmar el decreto sobre las virtudes heroicas.


Luego comenzó el examen del milagro, que ya había sido llevado a la Congregación, aunque no se podía proceder a su examen sin antes haber asegurado el decreto sobre la heroicidad de las virtudes. El milagro fue estudiado con gran atención, diría que con meticulosidad, también porque sobre él había una gran presión mediática. Los médicos, tanto franceses como italianos, no apresuraron de ningún modo los tiempos y sometieron todo a una atenta profundización. Dejamos la misma libertad a nuestra consulta médica, para que los peritos pudieran proceder según su conciencia y su ciencia. Por su parte, la postulación respondió siempre tempestivamente a nuestras solicitaciones. No teniendo delante otras causas, tuvimos acceso enseguida tanto a la consulta médica como a la de los teólogos, y a la ordinaria de los obispos y de los cardenales. La celeridad de la causa no ha ido en detrimento ni de la precisión del proceso, ni de la profesionalidad en presentar el personaje. Por otro lado, la fama de santidad estaba de tal modo difundida y verificada que nuestra tarea se ha visto facilitada.


(De la entrevista de L’Osservatore Romano)


Uso de la segunda facilitación en otros procesos


Pero la segunda facilitación que ha tenido la causa de Juan Pablo II, ¿la reserva la Congregación también para otros procesos?


Puedo decir que, si bien en grados diversos y según los casos, esta Congregación trata de dar prioridad a las causas que vienen de los Países del este europeo que han permanecido bajo el dominio comunista por sobre aquellas que provienen de África, de Asia y de las Américas. No es casualidad que, precisamente de estas áreas geográficas, vengan ahora la mitad de los participantes en los cursos para aspirantes a postuladores.


(De la entrevista de Avvenire)


Estado actual de las causas de otros Romanos Pontífices


En lo que respecta a las causas de otros Pontífices, ¿cuál es la situación?


Puedo decir que esta Congregación continúa recibiendo muchas y calificadas solicitaciones a favor del venerable Pío XII, tanto que precisamente en estos días estoy profundizando esta causa. Del siervo de Dios Juan Pablo I debe ser todavía compilada la positio. Para los otros pontífices se sigue el proceso adecuado con respecto a las virtudes y los milagros.


(De la entrevista de Avvenire)


Relación de Juan Pablo II con Marcial Maciel


En los pasados meses se dijo que la causa corría el riesgo de sufrir un retraso relacionado con el escándalo de la pedofilia: Karol Wojtyla habría protegido al padre Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. ¿Habéis indagado también en la relación entre Juan Pablo y el padre Maciel?


Le confirmo que hemos indagado a fondo y ampliamente. Juan Pablo II no estaba en conocimiento de la doble personalidad del padre Maciel.


(De la entrevista de Famiglia Cristiana)


Entre las eventuales dificultades respecto al ejercicio de las virtudes heroicas, ¿ha estado también la cuestión del padre Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo?


La Congregación para la Doctrina de la Fe ha reiterado que Juan Pablo II no estaba de ningún modo implicado en las cuestiones concernientes al lado oscuro de la figura de la personalidad en cuestión.


(De la entrevista de Avvenire)



Eventuales dificultades por las cartas entre Juan Pablo II y Wanda Poltawska


Su íntima amistad con Wanda Poltawska, la psiquiatra de Cracovia, ¿ha creado problemas?


Ninguno. Wojtyla tenía una concepción severa, prudente y sabia de su sacerdocio.


Pero cuando fue publicado el epistolario entre él y Wanda, ¿hubo sorpresas?


No, nosotros conocíamos aquellas cartas antes de que fuesen publicadas y todas fueron atentamente analizadas: no hay ninguna sombra sobre el sacerdocio de Wojtyla.


(De la entrevista de Famiglia Cristiana)


Eventuales dificultades por el libro “Por qué es santo” del postulador de la causa, Mons. Slawomir Oder


Durante estos meses se ha hablado de problemas y demoras, por ejemplo cuando fue publicado el libro del postulador con los testimonios dados en el proceso. ¿Ha dañado la causa?


Era necesario ser más prudentes en la divulgación de noticias que debían permanecer reservadas para no disturbar el proceso de la causa. Ese libro ha estorbado, esto lo puedo confirmar.


(De la entrevista de Famiglia Cristiana)


Existencia de voces disonantes respecto a las virtudes heroicas de Juan Pablo II


¿Durante el proceso todos los testigos interpelados han concordado en evidenciar las virtudes de Karol Wojtyla o ha habido voces disonantes?


Por derecho, por praxis, y también según nuestra normativa, el postulador debe examinar tanto textos a favor como textos en contra. Desde este punto de vista, la postulación ha hecho un buen trabajo para disipar todas las sombras. Como dije en mi prolusión en la apertura del Studium, el trabajo de los postuladores es extremadamente serio y debe ser hecho de manera escrupulosa, porque llevan a cabo una forma particular de colaboración con el Papa en su magisterio ordinario.


(De la entrevista de L’Osservatore Romano)


Dificultades con el milagro presentado para la beatificación


Luego os habéis ocupado del milagro…


Sí. Es una religiosa francesa, Marie Simon-Pierre, enfermera en el sector de pediatría del hospital de Arles. El 2 de junio de 2005 anunció a su madre superiora que ya no podía trabajar porque la forma agresiva del mal de Parkinson de la que estaba afectada le impedía usar las manos y cada vez le costaba más permanecer de pie. La madre superiora le dijo que pediría a Juan Pablo II la gracia para ella. Las hermanas comenzaron a rezar en la tarde de aquel 2 de junio. Sor Marie fue a la cama. A las 4 de la madrugada, entre el 2 y el 3 de junio, sintió algo en los huesos, se sintió como liberada. Al día siguiente fue a su médico, quien comprobó una curación perfecta.


¿Y ha sido entonces que comenzaron los problemas?


Sí, algunos médicos en Francia propusieron el siguiente teorema: el Parkinson es una enfermedad incurable. Dado que la religiosa se sanó, no podía estar afectada por el mal de Parkinson. Así comenzaron para sor Marie una serie de exámenes psiquiátricos para comprobar si su enfermedad era real o tal vez, en cambio, una somatización psiquiátrica. Han sido exámenes pesadísimos que, sin embargo, han garantizado la completa salud mental de la hermana. Luego ha habido muchísimos exámenes para certificar la curación completa del Parkinson. Todos los médicos, debo confirmarlo, han sido prudentísimos.


Pero las polémicas, sin embargo, no terminaron allí…


Es cierto, nos acompañaron por muchos meses. Pero nosotros hemos hecho las cosas con seriedad: han sido consultados decenas de especialistas a nivel mundial. Precisamente porque la curación ha sido fulminante, después de ni siquiera una noche de oraciones.


Luego…

La consulta médica de la Congregación se reunió bajo la presidencia del profesor Patrizio Polisca (médico personal del Papa y director del los servicios sanitarias de la Ciudad del Vaticano) y ha certificado que la curación era inexplicable.


¿Por qué no son los médicos quienes dicen que se trata de milagro?


Establecer que se trata de un milagro es tarea de los teólogos y de los obispos y de los cardenales de la Congregación, los cuales deben despejar toda duda y presentar al Papa un dossier segurísimo. La proclamación de un beato forma parte del magisterio ordinario e infalible del Pontífice: por lo tanto, nosotros debemos actuar de modo que no haya ninguna posibilidad de error.


¿Cuándo fue tomada la decisión final?


El martes 11 de enero en la reunión de los cardenales y de los obispos de la Congregación. Hubo una magistral y magnífica relación de monseñor Rino Fisichella, que disipó realmente toda duda. Luego se votó.


¿Y el resultado?


No puedo revelarlo. Está bajo secreto pontificio.


(De la entrevista de Famiglia Cristiana)


Sensus fidelium y fama de santidad


El sensus fidelium del pueblo de Dios ya había decretado la santidad de Juan Pablo II. ¿El proceso canónico de la causa se vio afectado por esta presión?


Yo no hablaría de presión: más bien, acompañamiento. El sensus fidelium es lo que nosotros llamamos, en término técnico, la fama de santidad y de signos, que es indispensable para una causa. Un procedimiento no puede ser llevado a término si no existe este acompañamiento por parte de los fieles, la fama de santidad de la figura del siervo de Dios y la fama de los signos. En otras palabras, el pueblo recurre al siervo de Dios para obtener gracias. Y esto ha estado. “Santo subito” es una cosa buena, pero debe ser “santo seguro”, porque la prisa no trae buenos frutos.


(De la entrevista de L’Osservatore Romano)


Beatificación e investigación histórica sobre el Pontificado


¿La beatificación de Juan Pablo II pone fin a la investigación histórica sobre los actos y sobre el alcance de su pontificado?


Por supuesto que no. Pensemos en Gregorio VII, Pío V, Sixto V, Benedicto XIV. Sus pontificados son sometidos a una continua investigación y revisión histórica. La historia nunca está concluida. Los actos de gobierno pueden ser siempre estudiados, enriquecidos por otras interpretaciones. Los teólogos tienen en cuenta todos los documentos, pero en el caso de Juan Pablo II no ha sido encontrado nada problemático.


(De la entrevista de L’Osservatore Romano)


Beatificación de un Pontífice realizada por su inmediato sucesor


Es la primera ve que un Pontífice beatifica a su predecesor en los últimos diez siglos: ¿qué significado tiene esta circunstancia?


Es un significado de continuidad, no sólo en el magisterio, sino también en la santificación personal. Por otro lado, en estos últimos dos siglos tenemos una serie de obispos de Roma de los cuales ha sido reconocida la santidad, aunque en grados diversos: Pío X, Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I. Pontífices que se han pasado el testigo no sólo del magisterio y de la guía de la Iglesia sino también del ejemplo en la santificación.


(De la entrevista de L’Osservatore Romano)


Significado de la fecha de beatificación y de que la presida el Pontífice


¿Qué significado tiene el hecho de que la ceremonia de beatificación será presidida precisamente el 1º de mayo, en San Pedro, por Benedicto XVI en persona?


La fecha no ha sido decidida por nuestra Congregación, y ha sido publicada al mismo tiempo que el decreto en forma excepcional. La elección del 1º de mayo es de fácil interpretación: en ese día, este año, la Iglesia celebra la solemnidad de la Divina Misericordia, introducida precisamente por Juan Pablo II. Imagino que el pueblo polaco estará particularmente feliz por esta elección: tanto porque fue su compatriota santa Faustina Kowalska la gran apóstol de la Divina Misericordia, como porque en mayo se celebra también su fiesta nacional. Luego, que sea el mismo Benedicto XVI quien celebre la ceremonia no puede ciertamente sorprender conociendo la gran y profunda estima y afecto recíprocos que lo vinculaba a su predecesor.


(De la entrevista de Avvenire)


Existencia de un milagro en estudio para la canonización de Juan Pablo II


¿Ya hay un milagro en estudio para la canonización?


He recomendado varias veces al postulador que para el nuevo milagro no se verifique la misma sobre-exposición mediática ocurrida para el milagro de la beatificación. Es necesario que todo sea hecho con la reserva y la calma necesarias. Sólo al final, cuando la investigación haya sido completada, es oportuno hablar de ello. Es necesario evitar que los médicos y los peritos sufran cualquier tipo de condicionamiento.


(De la entrevista de L’Osservatore Romano)


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Fuentes:
Famiglia Cristiana, Avvenire y L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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