miércoles, 4 de febrero de 2009

Nota de la Secretaría de Estado (en español)

Publicamos nuestra traducción de la nota recientemente publicada por la Secretaría de Estado de la Santa Sede acerca del levantamiento de las excomuniones a los Obispos de la FSSPX y las declaraciones del Obispo Williamson.

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Ante las reacciones suscitadas por el reciente Decreto de la Congregación para los Obispos, con el que se levanta la excomunión a los cuatro Obispos de la Fraternidad de San Pío X, y en relación a las declaraciones negacionistas o reduccionistas de la Shoah por parte del Obispo Williamson de la misma Fraternidad, se considera oportuno considerar algunos aspectos de la situación.


1. Remisión de la excomunión

Como ya se ha publicado con anterioridad, el Decreto de la Congregación para los Obispos, con fecha de 21 de enero de 2009, ha sido un acto con el que el Santo Padre fue benignamente al encuentro de reiterados pedidos por parte del Superior General de la Fraternidad de San Pío X.


Su Santidad ha querido quitar un impedimento que afectaba la apertura de una puerta al diálogo. Él ahora espera que una igual disponibilidad sea expresada por los cuatro Obispos en total adhesión a la doctrina y a la disciplina de la Iglesia.


La gravísima pena de la excomunión latae sententiae, en la que dichos Obispos incurrieron el 30 de junio de 1988, declarada luego formalmente el 1º de julio del mismo año, era una consecuencia de su ordenación ilegítima por parte de Monsenor Marcel Lefebvre.


El levantamiento de la excomunión ha liberado a los cuatro Obispos de una pena canónica gravísima pero no ha cambiado la situación jurídica de la Fraternidad de San Pío X que, al momento actual, no goza de ningún reconocimiento canónico en la Iglesia Católica. También los cuatro Obispos, si bien absueltos de la excomunión, no tienen una función canónica en la Iglesia y no ejercen lícitamente un ministerio en ella.


2. Tradición, doctrina y Concilio Vaticano II


Para un futuro reconocimiento de la Fraternidad de San Pío X es una condición indispensable el pleno reconocimiento del Concilio Vaticano II y del Magisterio de los Papas Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y del mismo Benedicto XVI.


Como ya se ha afirmado en el Decreto del 21 de enero de 2009, la Santa Sede no dejará de profundizar con los interesados, en los modos juzgados oportunos, las cuestiones que aún permanecen abiertas para poder alcanzar una plena y satisfactoria solución de los problemas que han dado origen a esta dolorosa fractura.


3. Declaraciones sobre la Shoah


Las posiciones de Mons. Williamson sobre la Shoah son absolutamente inaceptables y firmemente rechazadas por el Santo Padre, como Él mismo ha remarcado el 28 de enero pasado cuando, refiriéndose a aquel feroz genocidio, reiteró su plena e indiscutible solidaridad con nuestros hermanos destinatarios de la Primera Alianza y afirmó que la memoria de aquel terrible genocidio debe inducir a “la humanidad a reflexionar sobre el imprevisible poder del mal cuando conquista el corazón del hombre”, añadiendo que la Shoah es “para todos advertencia contra el olvido, la negación o el reduccionismo, porque la violencia hecha contra un solo ser humano es violencia contra todos”.


El Obispo Williamson, para una admisión a funciones episcopales en la Iglesia, deberá también tomar distancia en un modo absolutamente inequívoco de sus posiciones sobre la Shoah, no conocidas por el Santo Padre al momento del levantamiento de la excomunión.


El Santo Padre pide el acompañamiento de la oración de todos los fieles para que el Señor ilumine el camino de la Iglesia. Que aumente el compromiso de los Pastores y de todos los fieles en apoyo de la delicada y pesada misión del Sucesor del Apóstol Pedro como “custodio de la unidad” en la Iglesia.


Desde el Vaticano, 4 de febrero de 2009.


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7 Comentarios:

Anónimo ha dicho

quizá se muy largo para comentario y muchos lo habrán leído. De Caponetto.

Confieso mi ignorancia. No sabía que se ha agregado un nuevo artículo al Credo. No lo supe, en realidad, hasta que leí la edición cotidiana del diario oficial u oficioso de la Santa Sede, “L’Osservatore Romano”, del 26 – 27 de enero pasado. Allí, en primera plana, bajo el título Un libreto equivocado, que lleva las iniciales de Carlo di Cicco, subdirector del diario, encontré el siguiente párrafo: “De la aceptación del Concilio desciende necesariamente una límpida posición sobre el negacionismo (se refiere a la negación del holocausto judío). La declaración Nostra aetate , que representa la más autorizada revisión católica respecto del hebraísmo, deplora «los odios, las persecuciones y todas las manifestaciones del antisemitismo dirigidas contra los hebreos en cualquier tiempo y por cualquiera que fuere». Se trata de una enseñanza no opinable para un católico” (lo destacado en color es mío).

Vayamos por parte. La Santa Sede levantó la excomunión a cuatro obispos pertenecientes a la Fraternidad San Pío X, consagrados en 1989 por Monseñor Marcel Lefebvre y excomulgados por Juan Pablo II. La medida causó una ola de indignación en altos círculos judíos porque uno de los cuatro obispos, Monseñor Richard Williamson, en declaraciones ante la televisión sueca, hace unos meses, puso en duda la versión oficial del Holocausto judío con lo que el prelado habría incurrido —según el dictamen de aquellos círculos judaicos— en el “negacionismo”, al parecer una suerte de herejía secular contraria al dogma inamovible de la Shoah.

Por tanto, si el Papa vuelve a admitir en la comunión de la Iglesia a quien incurre tan claramente en “negacionismo”, no queda sino concluir que el propio Benedicto XVI o bien avala el “negacionismo” o al menos lo tolera. Y esto significa, eo ipso, borrar el Concilio Vaticano II, con Nostra ætate incluida, abjurar del diálogo con los judíos y volver a las andadas preconciliares. Ni más ni menos, tal es el razonamiento de los judíos. No puede sorprendernos. Ellos niegan a Cristo. Rechazan, con violenta obstinación, cualquier propuesta de conversión. No quieren al Mesías. “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. Las palabras del Evangelio de San Juan siguen allí, clavadas en el misterio de la historia.

Pero, ¿los católicos? Se supone que estamos obligados a discernir. Precisamente, lo que el articulista del “L’Osservatore Romano” no hace. Por empezar no es cierto que de las enseñanzas del Concilio se derive posición alguna sobre el llamado “negacionismo” si por tal se entiende la apreciación —siempre opinable— de un hecho histórico que en sí misma está reservada a la competencia de la ciencia histórica. Menos puede pretenderse que esa posición resulte “no opinable para un católico” como si se tratase de una verdad de fe o de moral. ¿Es que ahora la Shoah, en su versión oficial, es un dogma de Fe? ¿Acaso cuestionar o negar mediante el método de las ciencias históricas un hecho histórico constituye un atentado a las enseñanzas infalibles del Magisterio?

Curioso. En una época en que todo es opinable, en que no se sanciona a casi nadie, en que corren dentro de la Iglesia las más variadas propuestas teológicas, litúrgicas y pastorales sin el menor cuidado por la ortodoxia, nos venimos a enterar de que un católico no puede opinar libremente acerca de un hecho histórico.

Además, me decía un amigo, buen cristiano, humilde y devoto: “Pero… ¿cómo? Los judíos niegan a Cristo y nadie, en la Iglesia, dice nada y se sigue adelante con el diálogo y la amistad. Pero si un obispo niega el holocausto el diálogo se corta y se acaba la amistad. ¿En qué quedamos?” Dejo picando la pregunta.

Pero, al final, ¿qué pretenden nuestros “hermanos mayores” tan fielmente secundados por no pocos católicos, esos católicos “mistongos” como los definió Castellani? Primero nos hicieron renunciar al deicidio. Después nos obligaron a pedirles perdón por haber contribuido al antisemitismo en épocas oscuras de la Iglesia. Ahora, al parecer, van por más. Pronto escucharemos en nuestros templos la nueva versión ampliada del Credo: “Creo en … el perdón de los pecados, la resurrección de la carne, la vida eterna y la Shoah. Amén”.

Whiskerer

Mendrugo ha dicho

Tiene mucha razón el comunicante anterior. Y flaco favor hacen al Papa quienes, para defenderle de las diatribas de los victimistas judíos, se meten a definir ese nuevo artículo del credo sobre el número de judíos que mató Hitler. Y que será obligatorio profesar "para la admisión a las funciones episcopales". ¡Qué majadería!

Dice la “Gaudium et Spes” que el saber sobre realidades terrenas que constituye las diversas ciencias, como la Historia, no ha sido objeto de revelación directa ni cae, por tanto, bajo el Magisterio de la Iglesia. Autonomía de lo temporal se llama esto.

Cualquiera puede a su criterio formarse su opinión sobre cuántos judíos murieron en Auschwitz, o cuántos moros en Clavijo, o cuántos amantes tuvo Isabel II. Eso no lo puede definir la Iglesia. Y que lo definan las leyes alemanas es totalitarismo.

Francesco ha dicho

Copio aquí el comentario que puse en Panorama Católico, respondiendo a Marcelo:

Estimado Marcelo:

Pienso que no hay que sobrevalorar esta nota. En mi opinión, creo que se trata meramente de satisfacer una "necesidad diplomática" con el fin de salir adelante, liberándose un poco de los molestos reclamos que vienen de diversos ámbitos pero manteniendo la idea original. Debo decirle que esto es algo común en la "diplomacia Vaticana”.

En esta perspectiva, leo los distintos asuntos que la nota trata. En primer lugar, pienso que no se trata de que Mons. Williamson “deberá aceptar que el número de judíos muertos en los campos de concentración alemanes fue de 6.000.000 exactamente, ni uno más ni uno menos” para poder ejercer el ministerio episcopal en la Iglesia. Pienso, en cambio, que la nota intenta “librarse” de los “pedidos de clarificación de posiciones” y de las “acusaciones contra el levantamiento de excomunión a un Obispo que niega el Holocausto”… pero que en la práctica implicará que Williamson rechace abiertamente la opinión que expresó en aquella entrevista (de hecho, perdón ya ha pedido… aquí se habla de tomar distancia de esas declaraciones) y no porque la existencia del Holocausto sea dogma de fe sino, más bien, para evitar innecesarios escándalos dentro y fuera de la Iglesia y poder ejercer “libremente” el ministerio episcopal sin acusaciones que lo entorpezcan.

En cuanto a lo de que se hayan cambiado las condiciones pactadas con la FSSPX, estoy casi seguro que no es así (sería bueno que algún periodista se lo preguntara a Mons. Fellay). Porque si leemos la nota según el “lenguaje diplomático vaticano”, pienso que al hablar de “pleno reconocimiento del Vaticano II” está, por un lado, calmando a las “fieras” que se rasgan las vestiduras ante la posibilidad de que la Fraternidad sea regularizada sin una aceptación minuciosa de cada punto del Vaticano II… pero, por otro lado, está salvando lo esencial en lo que el Papa obviamente no cedería: el reconocimiento del Vaticano II como un Concilio Ecuménico auténtico de la Iglesia Católica, dejando las puertas abiertas (una vez aceptado lo primero) a aquellas discusiones sobre los puntos conflictivos en los cuales la FSSPX tiene sus reservas. De lo contrario, esa frase de la nota (“pleno reconocimiento del Vaticano II”) estaría refiriéndose a algo que Ratzinger siempre criticó: el Vaticano II como “superdogma”. En este contexto, me parece iluminadora la siguiente frase del Card. Ratzinger:

“Defender el Concilio Vaticano II como válido y vinculante en la Iglesia, es y va a seguir siendo una necesidad. Sin embargo, exis­te una actitud de miras estrechas que aísla el Vaticano II y que ha provocado la oposición. Muchas exposiciones dan la impresión de que, después del Vaticano II, todo haya cambiado y lo anterior ya no puede tener validez, o, en el mejor de los casos, sólo la tendrá a la luz del Vaticano II. El Concilio Vaticano Segundo no se trata como parte de la totalidad de la Tradición viva de la Iglesia, sino directamente como el fin de la Tradición y como un recomenzar enteramente de cero. La verdad es que el mismo Concilio no ha definido ningún dogma y ha querido de modo consciente expresarse en un rango más modesto, meramente como Concilio pastoral; sin embargo, mu­chos lo interpretan como si fuera casi el superdogma que quita importancia a todo lo demás”.

Por último, considero importante la parte final: orar por el Santo Padre más que nunca pero también confiar en él. Él sabe bien lo que quiere hacer, sabe bien lo que debe hacer, sabe bien toda la oposición con la que cuenta, es un hombre de una gran sabiduría, y también conoce muy bien la Curia Romana y todo lo bueno y todo lo malo que hay en ella. No será tan fácil frustrar sus intenciones. En otras ocasiones ya ha demostrado que, como afirmó Mons. Fellay, “las reacciones más o menos inadecuadas ante sus actos lo pueden hacer sufrir pero ciertamente no hacen que cambie de parecer”.

Espero, Marcelo, que mi visión de esto pueda ser un humilde aporte en la comprensión de situaciones tan difíciles,

Francesco

Anónimo ha dicho

Joder con la diplomacia. Cómo me gustaría que el Papa cortara por lo sano y saliera a decir lo que dice Mendrugo de la “Gaudium et Spes”.
Solo que dijera eso y se sacara del lomo a tantos parásitos.
Y si muchos abandonaran la barca por eso, pues bien, que queden pocos, pero de los buenos.
Pero ya se que no va a suceder.

W.

Anónimo ha dicho

Estimado Francesco:
Tendría Ud. la amabilidad de explicarme, si puede por cierto, ¿porqué han habido desde el clero episcopal tantas recriminaciones y burlas al Papa, a Castrillón,y a Ré por el retiro de las excomuniones?
Si los ex excomulgados solicitaron ese perdón en varias oportunidades y la última mediante una respetuosa y humilde carta, ¿Era posible negarse? ¿No hay alegría acaso por la vuelta al redil de estos 4 obispos? ¿Prefieren acaso que mueran excomulgados y arriesguen sus almas al infierno?
Estoy de acuerdo que las declalraciones de Williamson son absolutamente estúpidas, pero ¿la shoa es materia de fe?
Lo que uno sospecha es que esos monseñores que critican al Papa no creen mucho en el efecto verdadero de la excomunión (posible condena eterna), sino que sólo creen en el efecto jurídico aqúí en la tierra.
Creo que a pesar de que esas declaraciones hubieran sido conocidas con anterioridad al decreto de retiro de las excomuniones, este hubiera debido ser promulgado de todas maneras. De lo contrario se está mezclando peras con manzanas.
Me parece oportuna la orden: O se retracta Williamson en público o no podrá desempeñar su ministerio episcopal una vez producido el reintegro canónico (si es que se produce por cierto...., lo que de nuevo empiezo a dudar debido a los chillidos del mundo que desgraciadamente se encuentra infiltrado a fondo en la jerarquía eclesiastica). Eso es una cosa distinta a estar excomulgado, que puede ser una justa sanción a sus dichos.
Saludos,
Gustavo

Anónimo ha dicho

Gustavo: no sé que opinará Francesco, pero creo que es correcto tu razonamiento, no se deben mezclar las cosas. Pero hay quienes gustan de mezclarlas para confundir. La respuesta a tus preguntas iniciales: misterium iniquitatis. Saludos.

Francesco ha dicho

Pienso que las críticas se deben a que el Santo Padre ha obrado lo que creía que era su deber, aún conociendo la oposición con la que contaría, y que esta decisión del Papa va en contra de lo que pretendían muchos obispos y cardenales.

Es lamentable pero muchas veces pesa más las diferencias inconciliables de pensamiento con los miembros de la Fraternidad antes que la unidad de la Iglesia.

El levantamiento de las excomuniones ha sido una gracia para los cuatro Obispos, para la fSSPX, pero también para toda la Iglesia porque se ha comenzado la sanación de una herida a su unidad. Pero muchos obispos consideran peligroso o, cuanto menos, un motivo de alerta el hecho de que la Fraternidad intente preservar la TRadición, continue celebrando con el Misal de san Pío V, etc... y esto porque ellos han caido en lo que el Cardenal Ratzinger criticaba: considerar al Concilio como un superdogma. Por otro lado, hay que decirlo, deben sentir que esto es un "triunfo" de la FSSPX y un fracaso "para los que han aceptado la renovación que vino del espíritu del Concilio".

Lo más lamentable es que publicamente critiquen al Papa, su obrar, sus sabias decisiones. El Cardenal Castrillón, como bien ha señalado Rorate Caeli, también está en el ojo de la tormenta. ¿Y por qué? Porque ha cumplido con su deber, porque ha hecho lo que el Papa le ha encomendado. Por ser fiel, él es ahora víctima también de feroces críticas.

En cuanto al Card. Re, si le damos crédito a lo que han dicho los medios, no ha estado muy conforme (e incluso lo ha manifestado) con la medida del Papa y con el accionar del Card. Castrillón... pero bueno, ese es otro tema.

Coincido en que, aún conociendose esas declaraciones, el decreto debía publicarse: no fue excomulgado por negar el Holocausto sino por las ordenaciones de junio de 1988... ¿por qué habría que mezclarlo todo?