viernes, 25 de junio de 2010

El cardenal Kasper anuncia su partida y traza un balance de su gestión

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Mientras todo parece indicar que el Santo Padre aceptará la renuncia del cardenal Walter Kasper en los próximos días, nombrando como nuevo Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos al obispo suizo Kurt Koch, el cardenal alemán se ha encontrado hoy con los periodistas, anunciando su próxima partida y realizando ante ellos un balance de los once años al frente del dicasterio del ecumenismo, con sus luces y sus sombras. Ofrecemos nuestra traducción de un artículo, publicado en la prensa italiana, donde se presenta un interesante resumen de las declaraciones del cardenal Kasper.

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“He llegado al final de mi servicio como presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Durante 11 años, éste ha sido para mí un cargo no sólo comprometedor sino también apasionante. Una experiencia que deja una marca profunda”. Así se ha presentado hoy el cardenal Walter Kasper, en una conferencia de prensa, saludando a los periodistas. En vista de un pronto cambio de la dirección del dicasterio vaticano, el cardenal quiso trazar un balance, también personal, de lo que se ha realizado en estos años de diálogo ecuménico.


“Mis sentimientos – dijo – son ambivalentes: por una parte, ser emérito a los 77 años es algo normal, incluso una liberación. Por otra parte, sin embargo, dejo un trabajo que he realizado con entusiasmo, que he considerado siempre como una cantera de la Iglesia del futuro”. “El ecumenismo no es para la Iglesia un opcional de lujo sino un elemento constitutivo, uno de sus objetivos principales, y lo mismo vale para las relaciones religiosas con el judaísmo”. “¿En qué punto estamos hoy?”, se preguntó el cardenal.


“En primer lugar, quisiera subrayar que, aún siendo fundamentales, los diversos documentos de diálogo no son lo esencial. Permanecerían como letra muerta si no se reflejaran en las relaciones personales, en las relaciones de respeto, de estima, de confianza y de amistad”. “Allí donde no existen tales relaciones – prosiguió el cardenal Kasper – no puede existir tampoco un diálogo fructífero, que es siempre un diálogo de la vida. El ecumenismo no se hace en el escritorio. El diálogo es vida. El diálogo es parte integrante de la vida de la Iglesia”.


El cardenal recordó luego todos los viajes y los encuentros que han acompañado su compromiso ecuménico en estos años, hablando actualmente de “una sólida red de relaciones humanas con cristianos que, estoy seguro, podrá resistir también a eventos menos favorables y son una base segura para ulteriores pasos adelante”. Y comentó: “Ésta es la verdadera novedad ecuménica”. “El fulcro y el alma de un ecumenismo tan vital – agregó – es el ecumenismo espiritual. La unidad de la Iglesia no puede ser planificada ni fabricada”. El cardenal, utilizando una metáfora, comparó el ecumenismo con un “monasterio invisible en el que se vive y se ora dispersos en todo el mundo pero unidos en la oración. ¿No es ésta ya una comunión eclesial intensa y profunda?”.


El “balance” del cardenal Kasper pasó revista a los 11 años de diálogo. Con las Iglesias ortodoxas orientales (coptos, sirios, armenios, etíopes, etc.) que, después de los “primeros dificilísimos años”, se ha llegado a acuerdos que pueden ser considerados hoy como “un milagro del Espíritu”.


En lo que concierne, en cambio, a las Iglesias ortodoxas, el cardenal Kasper recordó la suspensión del diálogo en el 2000, con la sesión de Baltimore, definiendo aquel momento como un “fracaso”, “la peor experiencia ecuménica que jamás haya tenido”. Se requirieron “5 años de pacientes negociaciones” para enmendar las relaciones y llegar al encuentro de Rávena que dio lugar a “un gran giro inesperado”. Del diálogo con las Iglesias ortodoxas, el cardenal quiso subrayar también “las relaciones personales de confianza” y la presencia de las diversas delegaciones en los funerales de Juan Pablo II y en la entronización de Benedicto XVI, “signo claro y fuerte del cambio acontecido”.


El balance examinó luego las relaciones con las Iglesias y las comunidades eclesiales de la Reforma: “Errores o, más bien, imprudencias en el modo de formular la verdad – admitió el cardenal Kasper -, han sido cometidos entre nosotros e incluso de parte nuestra”. Pero en lo que concierne a este diálogo, el cardenal quiso remitirse al texto recientemente publicado por el dicasterio, “Harvesting the fruits”, en el que se hace un balance de los resultados y de los acuerdos alcanzados.


“Dejo el cargo – concluyó – con esperanza, que no es optimismo humano sino esperanza cristiana. La «antorcha» pasa ahora a una nueva generación que ciertamente mirará los diálogos emprendidos con nuevos ojos”.

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Fuente: Toscana Oggi


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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