*
*
La evangelización no acepta límites: los cristianos son responsables del anuncio hacia todos. Lo dijo el cardenal Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, invitado a celebrar en Génova la fiesta de la Natividad de San Juan Bautista, patrono de la ciudad. Al cardenal Bertone se unieron, el jueves 24 de junio por la mañana, en el altar de la catedral de Génova, el cardenal arzobispo Angelo Bagnasco, los auxiliares de la arquidiócesis y otros numerosos obispos. También muchos fieles genoveses que han querido, con su presencia, mostrar a su antiguo pastor todo su afecto, sobre todo en el momento en que, en medio de ellos, ha dado comienzo a las celebraciones por el quincuagésimo aniversario de su ordenación sacerdotal. “A todos y a cada uno – dijo el cardenal Bertone, sorprendido por la demostración de afecto que se le había reservado – quisiera manifestar mis sentimientos de reconocimiento y de estima, recordando con especial alegría los años transcurridos como arzobispo de esta ciudad, antes de asumir el cargo de Secretario de Estado de Su Santidad. Quiero deciros, con toda franqueza, que nunca os he olvidado y os agradezco por el apoyo y, sobre todo, por la oración, con la cual me acompañáis en el cargo de primer colaborador del Santo Padre”.
Refiriéndose, luego, a la solemnidad de la natividad del Bautista, el cardenal aprovechó la ocasión para guiar una reflexión “sobre la identidad de la comunidad, sobre el sentido y el valor de la pertenencia, particularmente sobre el significado de la presencia de la comunidad cristiana en un territorio, sobre el valor de la fe en la construcción de la sociedad”.
Centró sus palabras en la relación entre Juan, el precursor de Jesús, y Jesús mismo, es decir, entre el “testigo de la luz” y la “luz verdadera”. “Estos dos aspectos: la luz que vence las tinieblas y el extenderse a todos los confines humanos – explicó el cardenal – son particularmente relevantes para la tarea de los creyentes en nuestro tiempo, también hoy aquí, en Génova. Se nos pide, en primer lugar, brindar un servicio a la humanidad en orden a la verdad, no como arrogantes poseedores de ella sino como humildes servidores de un testimonio que no atrae la mirada sobre nosotros sino que la remite a Jesucristo, el hombre perfecto. Al hombre vacilante y fragmentado de hoy, al hombre degradado a una sola dimensión, la materialista y la consumista, al hombre atemorizado por sus mismas conquistas, la fe y el testimonio de los cristianos deben poder mostrarle la plenitud de vida y de esperanza que brilla en el rostro de Cristo”.
“La única respuesta a la angustia de vivir – prosiguió – está en la contemplación de esta luz que irradia su verdad a toda criatura. Esta revelación de la verdad es lo específico del cristiano en la vida cultural y social, un servicio irrenunciable para no reducir la fe a una opinión vacía de significado por la cual no vale la pena comprometerse. Renunciar a testimoniar la verdad sería traicionar al santo patrono, el testigo por excelencia de Jesús-Verdad, y sería traicionar la historia de Génova, que ha enraizado en la fe su mejor florecimiento”.
Al mismo tiempo, es necesario reivindicar que “esta palabra de verdad vale para todos los hombres y para todo el hombre. La evangelización no acepta límites y nos hace responsables del anuncio hacia todos, sin distinciones. Como también nos llama a iluminar con la sabiduría del Evangelio toda dimensión de lo humano, evitando relegar la fe a espacios y tiempos delimitados, dejando la mayor parte de la vida fuera de su alcance. Hay una luz que proviene del Evangelio que sola puede iluminar definitivamente el rostro de la persona humana y, en virtud de esta exigencia, hay una palabra de la fe que afecta a todo ámbito de la existencia del hombre”.
El purpurado recordó luego el sentido auténtico del nacimiento de Juan para reconocer allí “la acción de Dios para dar a la historia del hombre una esperanza y conservar en el corazón las palabras y las experiencias que conciernen al niño. Hay que plantearse la pregunta: «¿Qué será de este niño?». Pregunta que debe hacerse para cada niño que nace, porque nace siempre con una esperanza, con un futuro que está aún enteramente por escribirse y puede llevar los signos de la creatividad y de la novedad: «Realmente la mano del Señor estaba con él »(Lc 1, 66). Por lo tanto, hay una novedad vinculada a Juan y hay una actitud por parte de Juan para expresar esta novedad. Por eso, vive en regiones desiertas hasta el día de su manifestación a Israel y, después de este camino de crecimiento en el desierto, Juan está listo, preparado para desarrollar su misión”.
Toda comunidad cristiana, recordó el Secretario de Estado, está llamada a introducir continuamente en la historia aquella novedad que genera pasión por el presente y lo abre con esperanza al futuro. Pero no se trata – precisó – de una novedad cualquiera, como si todo lo que hoy surge o el hombre persigue fuera constructivo de la dignidad y promoción del hombre: se trata, más bien, de “aquella novedad que nace del vincular al hombre, su origen, su destino, con Dios. Hay una condición que la figura del Bautista indica para realizar todo esto y es la elección del desierto, es decir, la capacidad de salir un poco de la corriente caótica de los eventos, no para evadir, sino para recuperar lo esencial y para saber captar las preguntas auténticas, la voz del corazón y de la inteligencia, y las respuestas que deben darse para construir la civilización de la verdad y del amor”.
En la perspectiva de la edificación de un mundo nuevo, basado en los presupuestos evangélicos, el cardenal Bertone ha querido dirigirse directamente a los jóvenes, a los presentes en gran número en la catedral y a los todavía más numerosos en espera de una palabra de ánimo, en particular a los jóvenes genoveses que se preparan para recibir, o han recibido recientemente, la Confirmación. “Me he encontrado en Roma– recordó – con un gran grupo de vosotros durante vuestra peregrinación, acompañados por el arzobispo, y me gusta, aunque brevemente, continuar nuestro diálogo. Queridos muchachos y muchachas, a imitación de Juan Bautista comprometeos también vosotros a crecer y fortificaos en el espíritu, construyendo relaciones de amor y de paz para vosotros mismos, para vuestros compañeros, y para el mundo presente y futuro. Cultivad, en particular, vuestra relación con Jesús, buscando una relación personal con Él en la comunión de su Iglesia: es en la Iglesia, de hecho, donde se encuentra a Jesucristo, el cual os ama y se ha ofrecido a sí mismo en la cruz por vosotros. Sólo Él puede satisfacer vuestras expectativas más profundas y dar plenitud de sentido a vuestra existencia”.
Antes de concluir su homilía, el cardenal quiso volver con el pensamiento a aquel primero de julio de cincuenta años atrás, cuando fue ordenado sacerdote. “No olvidaré nunca aquel día tan luminoso – dijo – y lleno de emociones. Ahora, a distancia de cincuenta años, puedo mirar nuevamente el pasado y proclamar a todos cuán bueno es el Señor y la dulzura que Él hace gustar a quien lo ama. Me ha acompañado en la vida, me ayudado a crecer en la fe, a acoger su llamada, a vivir el ministerio sacerdotal y, luego, el episcopal”. Y precisamente para honrar su largo sacerdocio quiso rezar con todos los sacerdotes presentes, recitando la oración formulada por el Papa al final de la homilía de la celebración para la conclusión del Año Sacerdotal.
Al comienzo de la Misa, el cardenal arzobispo de Génova, Angelo Bagnasco, había dirigido al Secretario de Estado el saludo litúrgico. Después de haber expresado la profunda alegría con la que toda la comunidad eclesial lo recibía “en la que ha sido por algunos intensos años su catedral y su diócesis”, se hizo intérprete de los sentimientos con que los fieles genoveses – entre los cuales “el recuerdo de su amable persona y de su incansable ministerio están bien vivos tanto en el presbiterio como en el laicado, en la vida eclesial y en la vida ciudadana” – acompañan su ministerio de primer colaborador del Papa. “Le agradecemos de corazón – añadió – porque sentimos que también desde Roma, no obstante los compromisos de carácter universal junto al Papa, su afecto por Génova no ha disminuido sino que es vivo, atento, continuo y discreto”.
El purpurado – después de haber renovado la expresión del afecto y de la gratitud de los fieles por su ministerio al lado del Papa – quiso también manifestar la alegría de haber podido compartir en la oración común el quincuagésimo aniversario de la ordenación sacerdotal del cardenal Bertone. “Era nuestro deseo – aseguró – celebrar esta fecha, tan significativa para su vida, con usted y usted con nosotros, porque nos consideramos siempre parte de su familia”. Precisamente por eso “estamos seguros – concluyó – que usted nos llevará en su oración; le estamos agradecidos: contamos con usted del mismo modo que usted puede contar siempre con nosotros, con «su» Génova”.
***
Fuente: L’Osservatore Romano
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
***
0 Comentarios:
Publicar un comentario