jueves, 4 de septiembre de 2008

La centralidad del sacrificio

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Sacrificio-Misa

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por Padre Dwight Longenecker


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Si han visto Apocalypto, la película de Mel Gibson, recordarán las realmente “gráficas” escenas de sacrificios humanos. Las religiones más primitivas contaban en algún punto con sacrificios humanos o alguna forma de canibalismo ritual. La lógica era simple: para aplacar a los dioses, les dabas algo de valor. ¿Y qué les gustaría? La vida. ¿Cómo darles “vida”? La vida está en la sangre, por lo que había que derramar sangre. ¿Y qué “vida” es mejor? La de jóvenes vírgenes, la de niños encantadores, la de guerreros jóvenes y fuertes. Esa era la idea.

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A los judíos se les dio una salida. Ellos podían sacrificar animales en lugar de a sus hijos. Ésta era la principal lección del “casi” sacrificio de Isaac por parte de Abraham: Dios decía que los sacrificios humanos eran innecesarios. Entonces los judíos desarrollaron su sistema sacrificial, pero incluso en el Antiguo Testamento Dios estaba indicando que éste no era suficiente. “¿Crees acaso que yo como la carne de las cabras y de los novillos?”, pregunta.

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Entonces Él envió a Su Hijo como el Sacrificio Único, Completo y Final. Y así, de repente, todos los otros sacrificios tienen significado. Estos eran indicadores de este único sacrificio humano que terminaría con todos los sacrificios humanos.

La Misa es la propia re-presentación de ese Sacrificio Único, Completo y Final. Trae al tiempo presente ese momento eterno, y lo aplica en beneficio de todos y cada uno.

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Ahora, el problema con el catolicismo moderno es que la gente moderna, pensando que los sacrificios humanos son realmente horrendos, y que la matanza gratuita y ritualista de animales es también bastante espantosa, ha arrojado fuera al mismo tiempo el concepto religioso de sacrificio. Los modernistas lo vieron como algo supersticioso, sanguinario, primitivo y bárbaro. Consideraron que ellos se habían movido hacia adelante, dejando atrás conceptos tan supersticiosos como el de “aplacar” a dioses crueles y petulantes, y quisieron un modelo diferente para la comprensión de la Misa.

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El otro modelo estaba allí. En la Biblia, vemos al Todopoderoso haciendo alianzas con Su Pueblo. Los antiguos sellaban estas alianzas con una comida ritual. Los judíos tenían muchas comidas rituales. La Pascua era sólo una de ellas. Y entonces este modelo de comida ritual, fraterna y de alianza tomó precedencia en la teología que precedió al Concilio Vaticano II.

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Entonces, el modelo principal para la Misa fue el de comida ritual y fraterna del Pueblo de Dios. El foco de atención pasó de ser un Memorial de la Muerte de Cristo en la Cruz a ser un Memorial de la Última Cena. La Misa no se consideró tanto una re-presentación y aplicación de la Muerte de Cristo cuanto un re-vivir la Última Cena, con nosotros como discípulos de Jesús, y el sacerdote como un alter-Christus presidiendo.

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Si éste iba a ser el modelo, entonces, por supuesto, tenía sentido que el sacerdote fuera del otro lado del altar (ahora llamado “Mesa de la Comunión”) y mirara a la gente. Él ya no era el sacerdote que ofrece el Sacrificio con y para la gente, sino que era el padre que preside en una comida familiar, de la misma forma en que un papá se pone de pie para cortar ceremoniosamente el asado de una cena familiar.

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Este cambio de posición no fue en ningún lugar legislado por los Padres Conciliares. De hecho, las rúbricas del Novus Ordo asumen que el sacerdote aún mira hacia el Oriente con su espalda al pueblo, rezando con ellos y por ellos. Y es por eso que en el “Orad hermanos para que nuestro Sacrificio…” y en el “Éste es el Cordero de Dios”, las rúbricas instruyen al sacerdote a “darse vuelta y mirar al pueblo”.

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Luego de este cambio teológico, cambió también todo lo demás. Las Iglesias se convirtieron en grandes salas de reunión en las que la gente se encuentra para la comida fraterna. El Introito se convitió en un “canto de reunión”. Los himnos cambiaron su contenido de culto a Dios y meditación en el Divino Sacrificio en cantos sobre nosotros y nuestra comunidad, y sobre qué sentíamos acerca de Dios, y sobre cómo íbamos a cambiar el mundo.

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¿Qué es lo que sucedió una vez que el “sacrificio” voló por los vitrales? Perdimos un conocimiento acerca de Dios Mismo, porque el “sacrificio” está entretejido en la misma urdimbre y trama de la creación. El carácter mismo de Dios es “Sacrificio”, porque así como la sangre brota del sacrificio, así el Amor Divino brota de Dios Mismo. Este Amor Divino es la fuerza de toda la creación, es la fuerza que “mueve el sol y las estrellas”. Es la fuerza que une a las Tres Personas de la Santísima Trinidad.


El Sacrificio es la donación de la vida y del amor propios, y sin sacrificio el cristianismo se reduce a un club de personas que cantan juntas, y hablan acerca de cómo van a hacer un mundo mejor.

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Cuando empecemos a entender el lugar propio del sacrificio en el cosmos, empezaremos a entender nuevamente el Sacrificio de la Misa, y cuando esto suceda, todo lo demás en nuestra arquitectura litúrgica, música, oración y espiritualidad retornará a su lugar debido.

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Fuente: Standing on My Head


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo


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