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Mucho le agradezco el cuidado que se toma de mi sobrino, del cual le diré que nunca he pensado en que fuera eclesiástico, y mucho menos que haya tenido intención de hacerle estudiar para esto, ya que ese estado es el más sublime que pueda haber sobre la tierra y el que el mismo Jesucristo quiso tomar y ejercer.
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Por lo que a mí toca, si cuando tuve la temeridad de entrar en él hubiera conocido lo que era, como lo he conocido después, hubiera preferido trabajar la tierra antes que abrazar un estado tan temible.
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Más de cien veces les he dicho esto a las pobres gentes del campo, cuando, para animarlos a vivir contentos y como hombres de bien, les decía que los consideraba como muy dichosos en su condición; y, en efecto, cuanto más viejo me voy haciendo, más me confirmo en esta opinión, porque cada día veo más claro lo alejado que estoy de la perfección que debía tener.
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Ciertamente que los sacerdotes de hoy tienen gran motivo para temer los juicios de Dios, ya que, además de sus propios pecados, les tomará cuenta de los de sus pueblos, puesto que no se han preocupado de satisfacer por ellos a su justicia irritada, como están obligados; y, lo que es peor, se les imputará la causa de los castigos que les envía, por cuanto no se oponen, como debían, a los azotes que afligen a la Iglesia, como son la peste, la guerra, el hambre y las herejías, que la atacan por todas partes.
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Digamos más, señor: que de la mala vida de los eclesiásticos es de donde han venido todos los desórdenes que han desolado a esta santa Esposa del Salvador, y que de tal manera la han desfigurado, que apenas se la puede reconocer.
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¿Qué dirían ahora de nosotros aquellos antiguos Padres, que la conocieron en su primera hermosura, si vieran la impiedad y las profanaciones que vemos nosotros en ella; aquellos Padres que creían que eran pocos los sacerdotes que se salvaban, a pesar de que en aquellos tiempos se conservaban en el mayor fervor?
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Todas estas cosas me hacen pensar que será más conveniente para ese pobre muchacho que se dedique a la profesión de su padre que no que emprenda una tan alta y difícil como la nuestra, en la cual parece inevitable la pérdida para todos aquellos que se atrevan a entrar en ella sin ser llamados.
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Y como yo no veo que él lo sea por ninguna señal segura, suplico a usted le aconseje que trabaje para ganarse la vida y le exhorte al temor de Dios, para que se haga digno de su misericordia en este mundo y en el otro: es el mejor consejo que puedo darle.
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Le ruego que se informe del señor… sobre lo que se dijo en una conferencia que se tuvo aquí estando él presente, acerca de un párroco de Bretaña que ha escrito un libro en que se dice que los sacerdotes que viven como lo hacen hoy la mayor parte, son los mayores enemigos que tiene la Iglesia de Dios. Si todos fueran como usted y como él, no sería verdadera esa proposición.
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Carta de San Vicente de Paúl al Canónigo de Saint-Martin
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2 Comentarios:
El amigo Jack Tollers tradujo al castellano una carta de J.H.Newman que puede bajarse completa en http://tollers.jack.googlepages.com/
y para muestra les dejo un botón.
"...lo que me aterra——y es un peligro mucho más extendido——no es que la Iglesia pierda los sacerdotes con los que debiera haber contado, sino que gane para sí sacerdotes con lo que nunca debió verse entorpecida..."
¡¡Todo un proselitista!!
A Descencencia de Ioreth:
Gracias por el dato de la carta del Cardenal Newman.
Me pregunto si el Cardenal, viendo cómo ha cambiado la sociedad y cómo han cambiado también los seminarios, seguiría opinando que "es más común en los tiempos que corren que se fabriquen falsas vocaciones mediante una dedicación religiosa o eclesiástica desde una edad temprana y no que vocaciones genuinas se pierdan por virtud de una educación secular".
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