sábado, 23 de agosto de 2008

Ego obtuli orationem tuam Domino

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angeles custodios

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Un sacerdote interroga a un joven de su parroquia:


-¿Cuántos sois en casa?


- Somos siete…


- Bien. Entonces hay allí siete ángeles. Seguro que no has sido capaz de dirigirles un pensamiento de saludo… ¿Cuándo has saludado en tu vida, en el silencio de tu corazón, al Ángel de tu papá, de tu mamá, o de tus hermanos?... De la misma manera, vienes a menudo a visitarme; me sonríes y me hablas; y está muy bien. Pero ¿cuándo saludaste a mi Ángel?...


- Nunca. Jamás se me ocurrió saludar a los ángeles de los demás. Sólo algunas veces rezo el Ángel de Dios…


- Muy mal. ¿Te parece coherente decir que crees en los ángeles y luego, en la práctica, obras como sin no creyeses absolutamente? Lo sobrenatural tiene su lógica inexorable y es necesario seguirla. Por eso voy a enseñarte algo muy importante… Pon mucha atención.


1º) Por la mañana, apenas despierto, debes imitar el ejemplo de Santa Margarita María, que se dirigía, abriendo los ojos a la luz del día, a su Ángel y le confiaba su corazón, para que lo llevase al Corazón de Jesús en el Tabernáculo: “Enviad a menudo –solía decir– por medio de vuestro Ángel vuestro corazón a rendir homenaje al de Jesús Sacramentado”.


2º) Luego, mientras te vistes, recitarás el Ángel de Dios, pero no de manera mecánica, sino con atención y saludando con afecto a tu Ángel que está cerca.


3º) Caminando por la calle, aprenderás a saludar a los ángeles. Junto a cada persona que pasa a tu lado, pasa también un Ángel. Quizá está suplicando por el alma que le está confiada, que se encuentra en pecado… Si tú le rezas en tu corazón, él llevará tu oración al Señor. Este es uno de los oficios de los ángeles. (Cuando orabas, dijo Rafael a Tobías, “ego obtuli orationem tuam Domino…” [yo presentaba al Señor tus oraciones]). Cuántas conversiones podríamos obtener, si supiéramos rezar en la calle a los ángeles. Además, ya ves cómo el saludo a los ángeles en la calle, es el medio práctico para no caer en el lago de las miradas impuras y de las tentaciones.


4º) Entrando en la iglesia, no olvidarás nunca la enseñanza de los Padres y sobre todo de San Juan Crisóstomo. Era obispo de Constantinopla y acostumbraba a sus fieles a recordar que el altar está circundado de ángeles y que éstos, sobre todo en el momento de la Consagración, presentan a Dios la Sangre de su Divino Hijo.


5º) Además, cuando estés en la iglesia, rezarás juntamente con tu Ángel. Cuando digas, por ejemplo, el Angelus, es la visión de Gabriel que se te presenta. Si recitas un Ave María, debes saludar a la Virgen con el mismo afecto del Ángel. Cuando comulgues piensa que tu Ángel Custodio te conduce a la balaustrada y recibe alegremente a Jesús que viene hacia ti, y luego lo adora en tu corazón. ¡Qué bien haríamos las comuniones si nos recordáramos de nuestro Ángel!


6º) Cuando estés en la Santa Misa, busca todos los puntos que tengan alguna referencia con los ángeles: el Gloria, que fue cantado un día sobre la gruta de Belén, y es repetido ahora sobre cada iglesia; el prefacio, donde la Iglesia invoca las jerarquías angélicas, que alaban al Padre por medio de Cristo: “per quem maiestatem tuam laudant Angeli, adorant Dominationes, tremunt Potestates…”. La oración a San Miguel Arcángel, tan recomendada para el final de la Misa, debes rezarla con el pensamiento puesto en el Príncipe de los Ángeles.


7º) Así, durante todo el día. En familia, saludarás al Ángel de tu papá, de tu mamá, y de tus hermanos. En la escuela saludarás a los ángeles de tus compañeros. Cada blasfemia, cada mala conversación que escuches, será para ti una ocasión y una invitación a pensar en los ángeles, a rezar a los ángeles, a unirte a ellos en la reparación. Ante cada tentación vuelve prontamente tu pensamiento e invocación a tu Ángel Custodio. Cuando te acerques a hablar con alguien, saluda a su Ángel. Especialmente tenemos que hacer esto cuando nos acercamos a un sacerdote.


8º) Por último, la jornada debe cerrarse con el Ángel de Dios en las oraciones de la noche. Acompaña esta oración con el pensamiento de que cerca de tu lecho el Ángel vela y te sustituye en tu saludo al Señor mientras duermes.


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Del capítulo VIII del libro “La Piedad Cristiana” de Mons. Francisco Olgiati.

Adaptación realizada por La Buhardilla de Jerónimo.

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