sábado, 9 de agosto de 2008

Es importante que China se abra al Evangelio

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NUESTRA_SEÑORA

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Hace poco más de un año, el Papa Benedicto XVI se dirigía a toda la Iglesia Católica en la República Popular China por medio de una histórica carta. Si bien se trata de un documento de fundamental importancia, la preocupación por la Iglesia que está en China siempre ha encontrado lugar en el corazón de los Sumos Pontífices.

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El Papa Ratzinger ha tratado el tema en varias ocasiones, tanto elevando su voz públicamente como reuniéndose con sus colaboradores más cercanos para estudiar la realidad de la Iglesia en ese país. Sin embargo, su última intervención quedará seguramente para la historia. Nos referimos a las palabras que el Santo Padre pronunció hace sólo unos días, durante sus vacaciones, en el lugar del nacimiento de San José Freinademetz, misionero en China durante casi treinta años. Benedicto XVI dijo: “Es un santo de grandísima actualidad: sabemos que China se hace cada vez más importante en la vida política, económica y también en la vida de las ideas. Es importante que este gran País se abra al Evangelio. Y san José Freinademetz nos muestra que la fe no es una alienación para ninguna cultura, para ningún pueblo, porque todas las culturas esperan a Cristo… Este santo, como hemos escuchado, quería no sólo vivir y morir como chino, sino también seguir siendo chino en el cielo: así se ha identificado idealmente con este pueblo, en la certeza de que se abriría a la fe en Jesucristo”.

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Mientras tanto, China está en el centro de las miradas del mundo con ocasión de los Juegos Olímpicos, que no están exentos de polémica. Es inevitable que surjan dudas con respecto a, por ejemplo, la tímida apertura de las autoridades a la celebración de las Misas: ¿se trata de un cambio de actitud que permanecerá en el tiempo o una mera cuestión de imagen y conveniencia, destinada a desaparecer cuando se apague la “llama olímpica”?

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Sin duda, no es tiempo aún para sacar conclusiones. Pero, al menos, es útil escuchar algunas voces autorizadas. El Obispo coadjutor de Hong Kong fue invitado a la inauguración de los juegos y, habiendo consultado con la Santa Sede y con el Cardenal Joseph Zen (que no fue invitado), decidió asistir. Luego de recordar que hay muchos obispos, sacerdotes y fieles que aún sufren por su fidelidad al Papa, afirmó que “los Juegos Olímpicos muestran el progreso material de China. Nosotros los cristianos subrayamos más el desarrollo espiritual. Con San Pablo, nos gusta asemejar nuestro camino espiritual al correr hacia la meta para llegar al premio que Dios ha preparado para nosotros en Cristo Jesús”.

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A su vez, el Cardenal Ersilio Tonini, entrevistado por Bruno Volpe, dijo que “generalmente, el pueblo es mucho más sabio que los gobernantes. Creo que si los chinos pudieran expresar libremente sus ideas, el resultado sería escapar inmediatamente de sus políticos… No es necesario tener prisa, sino dejar tiempo al tiempo”. Y, con gran criterio, explicó que “China está buscando poco a poco afirmarse y acreditarse como nación y potencia, tanto política como económicamente. Entonces necesita credibilidad política. Ahora bien, una represión ciega y siniestra daña esta visión tranquilizadora de China. Por su parte, los occidentales no caen en el error de tener demasiado apuro. Los cambios tienen necesidad de tiempo y espacio, y no considero que el palco de las olimpiadas sea el mejor…”.

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Finalmente, citamos algunas palabras de una entrevista a Don Carlo D'Imporzano, sacerdote italiano que pudo celebrar una Misa en la iglesia central de Pekín, a un kilómetro de la residencia del Premier Hu Jintao. Se trata de “un episodio absolutamente extraordinario”. Analizando los factores, Don Carlo habla de confianza y colaboración. En su opinión, “se está abriendo un nuevo escenario en las relaciones entre China y la Santa Sede… Algunos muestran resistencia y dificultad en reconocer cómo la historia está avanzando, pero hay procesos históricos que son ineludibles… El imperio romano hizo la paz constantiniana. ¿Fue cálculo o convicción? ¿Táctica u opción política? Se puede discutir largo rato, pero queda el hecho de que esta decisión dio libertad a la Iglesia. Sin embargo, pocos años antes, el imperio había perpetrado violentas persecuciones contra los cristianos. La historia no se repite nunca pero ciertas experiencias históricas iluminan. En aquel tiempo, como hoy, la tarea de la Iglesia no era ni destruir ni salvar al imperio romano, sino anunciar a Cristo Resucitado, salvación de todo hombre y del mundo… La historia ha demostrado, en el tiempo, que fue gracias a la Iglesia de Roma, a la Iglesia latina, el que también la herencia positiva del imperio romano se haya podido salvar y difundir en todo el mundo hasta hoy”.

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¿Qué ha pasado por el corazón de este sacerdote italiano al ofrecer el Sacrificio de la Misa en tierra china, en público y a plena luz del día? Él mismo lo explica, diciendo: “Pensaba en cuántas lágrimas y dolores ha recogido aquí, en estos años, el Cáliz consagrado. Cuántas esperanzas y cuantas súplicas a Dios que ha sostenido a quien celebraba y a los fieles todos. ¿Y quién soy yo, pensaba, para poder ser partícipe de esto? Y junto a ello, una profunda súplica de poder servir a esta Iglesia y ofrecer la vida para que sea siempre más presente la gloria humana de Cristo en este País. A esto, se añade la conciencia clara de estar en el alba de una nueva era. Desde aquí se ven los primeros reflejos de la luz…”

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