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María es la flor más hermosa que nunca se haya podido contemplar en el mundo del espíritu. Es obra de la Gracia de Dios el que en esta tierra árida y desolada hayan nacido tantas flores de santidad y de gloria. Y María es su Reina. Es la Reina de las flores del espíritu, y por eso se la llama Rosa, porque a la rosa se la considera con justicia la más hermosa de todas las flores.
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Pero, además, María es Rosa Mística, o escondida, pues místico quiere decir escondido. ¿Y por qué está ella ahora más escondida para nosotros que los demás santos? ¿Qué sentido tiene este título que le aplicamos a ella de manera especial?
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La respuesta a esta pregunta nos introduce en la tercera razón por la que creemos que su cuerpo se unió a su alma y fue elevado al Cielo después de su muerte, en vez de permanecer en el sepulcro hasta la resurrección universal del último día.
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Y esa razón es la siguiente: si su cuerpo no fue llevado al Cielo, ¿dónde está? ¿Cómo puede estar oculto para nosotros? ¿Por qué no oímos decir que su tumba está aquí o allí? ¿Por qué no se hacen peregrinaciones a ella? ¿Por qué nos se distribuyen reliquias de la Virgen, como se hace generalmente con los Santos? ¿No hay en nosotros un instinto natural que nos lleva a venerar los lugares donde están enterrados nuestros difuntos?
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A nuestros grandes hombres les damos un sepulcro digno. San Pedro habla de la tumba de David como de algo conocido en su tiempo, aunque había muerto muchos siglos antes. Cuando bajaron de la Cruz el Cuerpo de nuestro Señor, lo colocaron en un sepulcro digno. También se veneraba ya así a San Juan Bautista, de cuyo sepulcro habla San Marcos como de algo que todos conocían. Los cristianos, ya desde los primeros tiempos, venían a Jerusalén desde otros países, para visitar los santos lugares. Y cuando pasó el tiempo de las persecuciones, prestaron aún mayor atención a los cuerpos de los santos, como por ejemplo, a San Esteban, San Marcos, San Bernabé, San Pedro, San Pablo y otros Apóstoles y Mártires. Se trasladaban sus cuerpos a las grandes ciudades. Y así, uno de los rasgos y de las características más importantes de la Iglesia, desde el principio hasta nuestros días, ha sido el ser extremadamente tierna y reverente con los cuerpos de los Santos.
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Pues bien, si había alguien por quien había que interesarse con mayor exquisitez que por todos los demás, ésa era nuestra Señora. ¿Por qué, entonces, no oímos hablar nada sobre el cuerpo de la Virgen Santísima y sus reliquias? ¿Por qué es una rosa escondida? ¿Cómo es posible que los que veneraron y se preocuparon tanto por los cuerpos de los Santos y de los Mártires la hayan descuidado a ella, que era la Reina de los Mártires y la Reina de los Santos, a ella que era nada menos que la Madre del Señor? ¡Imposible! ¿Por qué, pues, María es la Rosa Escondida? Evidentemente, porque su sagrado cuerpo está en el Cielo y no en la tierra.
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John Henry Newman, “Meditaciones sobre las Letanías”.
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