miércoles, 10 de septiembre de 2008

¿Qué pensaría Newman de la Iglesia hoy?

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El Catholic Herald publica este artículo de Ian Ker, el conocido biógrafo del Cardenal Newman. Haciéndose eco del documento del Obispo Patrick O'Donoghue al cual hicimos referencia días atrás, Ker opina sobre la realidad actual de la Iglesia Católica de Inglaterra como lo haría, según él, el Cardenal Newman. 

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Ian Ker opina que el Cardenal estaría consternado por la incapacidad para aprovechar la energía del Vaticano II.
5 de Septiembre de 2008

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Mientras se aproxima la beatificación del Cardenal John Henry Newman, podemos esperar por su pronta canonización, un evento importante para la Iglesia Universal porque Newman seguramente se convertirá entonces en “Doctor de la Iglesia”. A menudo designado como el “Padre del Concilio Vaticano Segundo”, Newman se convertirá seguramente en el “doctor” o “maestro” de la Iglesia del post-Vaticano II.


La desintegración de la Iglesia en este país desde el Concilio, sobre la que el documento “Fit for Mission? Church” del Obispo Patrick O'Donoghue dice valientemente la verdad, no habría sido para Newman una gran sorpresa. Durante y después del Vaticano I, Newman expuso en sus cartas privadas una mini-teología de los Concilios, haciendo uso no sólo de su experiencia del Concilio contemporáneo, sino también de su especializado conocimiento de los primeros Concilios.


Los Concilios son seguidos de gran confusión y disenso. La historia mostraría que habría una pequeña minoría que rechazaría el Vaticano II, al mismo tiempo que un gran grupo de personas que exageraría burdamente el significado y alcance de los textos conciliares. En el Vaticano I, tanto el historiador de la Iglesia alemán Johann Joseph Ignaz von Döllinger - excomulgado por no aceptar la definición de la infalibilidad papal - como la facción extremista de los ultramontanos, estuvieron cercanamente de acuerdo acerca de la naturaleza revolucionaria de la definición, una interpretación del texto que Newman rechazó como falsa. Que tanto el Arzobispo Marcel Lefebvre como Hans Küng estuvieran de acuerdo en la naturaleza revolucionaria del Vaticano II no habría sorprendido a Newman.


Al inicio del Concilio, existían dos facciones, los reformistas y sus oponentes conservadores. Pero ya antes de que el Concilio hubiera terminado, los reformistas se habían dividido en dos grupos: los extremistas como Küng, y los moderados, cuyo teólogo más importante fue el gran Henri de Lubac, y entre los que se cuenta al Papa Pablo VI y a sus sucesores Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger. Es a este grupo, sin ninguna duda, al que Newman habría pertenecido. Y en la medida en que la Iglesia aquí, como en todas partes, ha tendido hacia la posición reformadora extremista, la Iglesia ha colapsado en las formas admirablemente descritas por Monseñor O'Donoghue.

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Reformador adelantado a su tiempo, Newman siempre puso énfasis en la importancia de la continuidad y la tradición, así como de la obediencia al Magisterio. Él predijo la “adulación a la infalibilidad” que brotó después del Vaticano I, así como podría haber predicho la apelación al así llamado “espíritu del Vaticano II”. Sabía muy bien que los textos de los Concilios necesitan de interpretación, y que son previsibles falsas interpretaciones. Sabía que los textos conciliares están abiertos a la exageración, tanto sobre su significado como sobre su relativa importancia. Después del Vaticano I, el alcance de la infalibilidad pontificia fue enormemente exagerado. Después del Vaticano II, pareció que la Iglesia no tenía otros intereses o preocupaciones que la justicia, la paz y el ecumenismo. Y esto nos lleva a la segunda observación general que hiciera Newman acerca de las repercusiones de los Concilios: la importancia de aquello de lo cual los Concilios no consiguen hablar. En el Vaticano I, existió la carencia de una eclesiología exhaustiva; en el Vaticano II fue la evangelización lo que no estuvo en la agenda. Como lo pone Newman, un Concilio hace una cosa y otro otra, a menudo “en direcciones contrapuestas… perfeccionando, completando… uno a otro”.

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Las reformas litúrgicas del Concilio llevaron a una no autorizada pero extendida desacralización de la Misa –que es “la más grande acción… sobre la tierra”, según Newman. También llevaron a una no buscada reacción contraria a la Adoración Eucarística, con la extendida relegación del Tabernáculo a un rincón de la Iglesias, una reacción que habría disgustado profundamente a Newman, siendo que la reserva del Santísimo Sacramento fue lo que más lo impresionó cuando se hizo católico. Sobre el ahora largamente olvidado Sacramento de la Reconciliación, escribió: “Si hay un concepto celestial en la Iglesia Católica… seguramente, después del Santísimo Sacramento, lo es la Confesión”. Volvamos a los documentos del Vaticano II, que fueron anticipados, si no influenciados por Newman. La insistencia de la Constitución sobre la Revelación ,del Vaticano II, en que la Revelación es primariamente la personal auto-revelación de Dios en Cristo, es absolutamente newmaniana. Pero Newman habría deplorado completamente la consecuente minimización de las proposiciones doctrinales que siguió al Concilio - ¿cómo, preguntaba Newman, puedes amar a alguien si no sabes nada acerca de él? -, minimización que es responsable de la falla en enseñar la fe católica en las escuelas católicas, y a la que Juan Pablo II deploró como “el desierto de una catequesis sin memoria”. La historia de Newman acerca del joven campesino irlandés que redujo a silencio a un grupo de sofisticados catedráticos de Oxford simplemente por el hecho de saber de memoria su catecismo, sería sin duda profundamente escandalosa para ese tipo de educadores católicos que, al momento, han privado a varias generaciones de católicos de hasta el conocimiento más rudimentario de su fe.

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Ya en su tiempo, Newman fue un ecumenista, pero el completo indiferentismo que siguió al Concilio, y que hizo que sacerdotes llegaran a disuadir a muchos de no convertirse al catolicismo, lo habría conmocionado profundamente. Newman anticipó el decreto sobre las religiones no cristianas cuando habló audazmente de “la dispensa del paganismo”, pero él habría deplorado la falta de dinamismo misionero que siguió a dicho decreto.

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Nadie deploró la mentalidad cerrada de la Iglesia del siglo XIX y su rechazo a involucrarse con el mundo moderno más que Newman, quien habría dado la bienvenida al empujón general de Gaudium et Spes. Pero habría tenido sus reservas ante el tono demasiado optimista del documento, y se habría dado cuenta inmediatamente de los peligros inherentes a la notoria frase (en el número 36) “la autonomía de los asuntos temporales” con todas sus implicaciones secularistas, y se habría dado cuenta también de la importancia de que fuera interpretada estrictamente a la luz del número 22, que expresa inequívocamente “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado”, ya que es Cristo el que “manifiesta plenamente el hombre al propio hombre”. El énfasis enormemente exagerado en la justicia y la paz, reclama el correctivo newmaniano de que es inaceptable identificar “el Reino de Cristo con… la mera civilización humana”, la cual “siendo lo que es, y permaneciendo así, sin un principio sobrenatural, es una mera perfección de la naturaleza de segunda categoría”.

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El documento clave de un Concilio cuyo tema fue principalísimamente la eclesiología, es la Constitución sobre la Iglesia, cuyos dos primeros capítulos definen a la Iglesia en los mismos términos bíblicos y patrísticos de la eclesiología de Newman. Estos capítulos sobre la comunidad orgánica de los bautizados han conseguido una concreta realización en los nuevos movimientos y comunidades eclesiales – tan importantes para la evangelización, pero largamente ignorados o resistidos por los obispos y el clero de este país – un fenómeno religioso que ilustra tanto la visión de Newman de que los documentos adquieren mayor claridad de significado con el correr del tiempo, como su visión de que los Concilios guardan silencio acerca de las iniciativas que puedan encaminarse a desarrollos inesperados. En cuanto a la jerarquía, Newman creía en la colegialidad episcopal más que en la autocracia papal, pero nunca pensó que la colegialidad significara trabajar contra en lugar de con la cabeza del Colegio.

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Finalmente, toda percibida “semi-autonomía” de Roma por parte de la Iglesia de Inglaterra – deplorada por Monseñor O'Donoghue – habría conmocionado a Newman, que ya como anglicano había tenido demasiado con las iglesias nacionales, y que a sí mismo se llamaba un “ultramontano” en el sentido original de la palabra, como uno que mira más allá de las montañas (los Alpes), hacia Roma, como centro de la unidad católica. Habría visto esto como una flagrante traición a nuestra historia católica, y como un insulto a nuestros mártires.

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Fuente: Catholic Herald


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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11 Comentarios:

Gabriel Mahiques ha dicho

Excelente....

Anónimo ha dicho

Siempre hay opiniones.
No debe olvidarse que Newman fue toda su vida relegado al oratorio de Birmingham, precisamente por sus opiniones teológicas audaces, en su tiempo liberales (en principio se oponía al dogma de la infabilidad, por ej., naturalmente lo aceptó una vez promulgado).
El card. Mannig, convertido después que Newman y elevado al arzobispado de Westmisnter, y que apreciaba a Newman (quien influyó en su conversión) fue uno de los que impidió a Newman se le reconocieran muchos méritos intelectuales y de vida santa, precisamente por sus opiniones algo liberales. La tardía elevación al cardenalato de Newman se debió bastante a compasión, y en definitiva ayudó a ella el duque de Norfolk, ya que el mismo Manning se habría desentendido, sino opuesto discretamente a ella.
En mi opinión, efectivamnete el cardenal Newman habría aplaudido entusiastamente la llamada del papa al Concilio Vaticano II, pero habría llorado a mares al ver sus consecuencias.
Saludos cordiales,
Gustavo

rojobilbao ha dicho

¿Podrían indicar donde está desarrollada la historia del irlandés y el grupo de oxonienses? No la recuerdo al biografía editada por Rialp.

Gabriel Mahiques ha dicho

Demasiado absolutista esa expresión "ver sus consecuencias"... evidentemente estamos ante un lefevrista...
podes, estimado gustavo, medir todas las consecuencias? estas seguro que podes discernir toda esta inmensidad?
no te parece un poquito omnipotente pretender "entender" y calificar y juzgar vos solito todo el concilio?.

Anónimo ha dicho

Estimado Gabriel:
1) Si la caida vertical de las vocaciones luego del concilio, la implementación e improvisación de la nueva liturgia criticada por el mismo Papa, el desconocimiento básico del catecismo por parte de los fieles, el abandono de parte de fieles y clero de la disciplina y obediencia al magisterio, la apostasía general en Europa, la pérdida del sentido del pecado y de lo sagrado, la trivialización de la recepción de la sagrada comunión, el haber reemplazado a Dios por la persona humana como centro de la misa y de la catequesis, la pérdida casi completa de la música sacra, etc, etc...., como consecuencias del Concilio no le parecen malas, estamos en total desacuerdo.

2) En cuanto a que soy lefrevista, no es así, pero dicho calificativo no lo considero ofensivo, pues la FSSPX es doctrinariamente hablando católica sin mácula. Están efectivamente en un problema (y creo que grave)con Roma, pero no es en ningún caso de doctrina. Esta última esta intentando por todos los medios a su alcance que regularicen su situación, lo que hasta ahora no ha conseguido. La existencia de esta Fraternidad es otra consecuencia del Concilio.
3) He leído bastante del Cardenal Newman, al que tengo mucha admiración. En mi opinión,habría apoyado su llamado, pero jamás se hubiera regocijado de las consecuencias que el Concilio traería a la Iglesia,
Saludos cordiales,
Gustavo

Anónimo ha dicho

No creo que Gabriel esté negando la existencia de muchos de aquellos males enumerados por Gustavo...

Por otro lado, pienso que el error de Gustavo consiste en atribuir la culpa al Concilio mismo y no a una dañina interpretación errónea. Del comentario de Gustavo debería desprenderse, entonces, que aún si se hubiera leído y aplicado el Concilio en continuidad con toda la historia de la Iglesia... las "consecuencias" hubieran sido iguales porque el problema estaría en el Concilio mismo.

Tenga la amabilidad de corregirme, si es que lo he interpretado mal.

Anónimo ha dicho

Estimado Joseph:
Creo quer la errada interpretación de los documentos conciliares, de la que hoy día se queja el mismo Papa, y muchos prelados que tiene a su lado, lamentablemente se debe a muchas ambigüedades de los mismos documentos.
Si un documento expresa por ejemplo que 2+2= 4, queda claro, y no da lugar a interpretaciones, ¿no es cierto?
O, si otro documento indica que María la madre de Dios fue asunta en cuerpo y alma, como ha sido así señalado, tampoco da lugar interpretaciones torcidas.
Hay un libro muy bueno (El Rhin desemboca en el Tíber) que relata el desarrollo del Concilio escrito por un sacerdote estaudonidense de la Congregación del Verbo Divíno, para nada sospechoso de integrismo, padre Ralph Wiltgen, S. V. D, que asistió al Concilio, y por ello narra como una mayoría de obispos alemanes, franceses, y holandeses, en base a maniobras nada limpias impusieron sus temas y soluciones aparentemente ortodoxas, pero lo suficientemente ambiguas para crear como resultado un cambio drástico en la Iglesia.
Slds.
gustavo

Antonio ha dicho

RojoBilbao:
No he logrado encontrar la fuente de la anécdota a la que hace mención el señor Ian Ker. Lo más probable es que se encuentre en una o en varias cartas personales del Cardenal.

Gustavo:
Me parece que lo que el artículo quiere resaltar es precisamente que no pueden existir documentos que sean TAN precisos que no se presten a distintas interpretaciones. El Cardenal Newman insistía en esto (de hecho, cuando se refiere a su conversión, él mismo hace referencia al Concilio de Calcedonia - ¡gloriosamente preciso!, si tengo que dar mi opinión - y el cual, para los monofisitas, es "nestoriano".
Incluso si hubiera habido obispos (usted menciona a "alemanes, franceses, y holandeses") que ya en la misma confección de los documentos hubieran abogado por la introducción de "ambigüedades", esto no dice nada en contra de la ortodoxia del Concilio. Los documentos significan lo que la Iglesia ha afirmado con ellos, y no lo que quieren leer los "ultra-progresistas" ni lo que quieren leer los "integristas".
Particularmente importante al respecto es el Magisterio de los Pontífices que siguieron al Concilio Vaticano II, y especialmente (por la larga duración de su Pontificado) de Juan Pablo II. De él, Hans Küng dijo que "clausuró el Concilio"... lo cual significa que "clausuró" una interpretación errónea del mismo.

Anónimo ha dicho

Antonio:
No discuto la ortodoxia del Concilio, ya que no tengo conocimientos teológicos para ello, y por lo tanto no es mi papel.
Lo que trato de resaltar es que lo que he leído (Gaudium Spes, por ej.) tiene bastantes ambigüedades.
El mismo libro El Rhin desemboca en el Tíber también hace notar lo poco preciso de muchas conclusiones.
Pero, lo que principalmente me llama la atención es el resultado del Concilio: La Iglesia hoy, que en palabras del Papa está en crisis (la peor de su historia en mi opinión).
Le pongo un ejemplo:
A fines del siglo XVI un católico pudo decir:" Nuestros vecinos del Norte de Europa cambiaron de religión, ahora son herejes".
Ahora, un católico del s XXI puede decir: "Después del Concilio, nuestra religión ya no es la misma".
Entonces, ahora el problema no es la pérdida de fieles ni de influencia temporal, sino es peor, sería la pérdida de la vieja fe.
Incluso, y perdóneme la disgregación, en este cambio huelo algo gramsciano, ya que ninguna verdad dogmática ha sido derogada pero la importancia de estas ha sido perceptiblemente disminuida, ni tampoco las tradicionales devociones que antes se consideraban tan útiles han permanecido con la misma vigencia (por ejs.,devoción al Santísimo, al Sgdo. Corazón, las novenas, el rosario. El mismo ecumenismo ya confunde a los fieles: ¿Son iguales ante Dios todas las religiones cristianas? Si no, porque tanto hermano separado, queridos amigos anglicanos (que causaron tantos martires católicos),etc.,
y porqué no se intenta evangelizar a dichos hermanos separados?
Se que el actual Papa está intentando revertir estas situaciones, pero que quiere que le diga: Son frutos conciliares.
Gustavo

Antonio ha dicho

Gustavo:
Escribes: "No discuto la ortodoxia del Concilio, ya que no tengo conocimientos teológicos para ello, y por lo tanto no es mi papel".

Es que no se trata de tener muchos o pocos conocimientos teológicos. El Concilio es "ortodoxo", porque es un Concilio Ecuménico, y como tal ha sido reconocido por el Papa.
Todo lo demás son síntomas de una crisis (para mí también la peor de la historia, aunque ambos podemos equivocarnos) que no puede ser considerada como "fruto" del Concilio, sino como "fruto" de una fallida implementación del mismo.
No recuerdo la frase exacta porque lo leí hace mucho, pero el P. José Luis Martín Descalzo, en sus crónicas del Concilio ("Un periodista en el Concilio") decía algo así como: "el Concilio no errará, después será tarea nuestra hacer que su implementación de mucho fruto, o poco, o nada".

Anónimo ha dicho

Estamos de acuerdo.
Además fue pastoral.
Gustavo